jueves, febrero 07, 2013

UN DÍA CUÁNTICO


Un despertador sonaba mientras una somnolienta Milena se resistía a la idea de levantarse un lunes más. Lo apagó sin mirar. Aún con los ojos entreabiertos quedó su mirada perdida en dirección al techo, no podía moverse, la noche anterior se había quedado hasta tarde viendo un documental sobre física cuántica. Su novio se había marchado en la tarde para estar dos días en otra ciudad por viajes negocios, así que no sintió deseos de irse a la cama, quedando finalmente atrapada por dicho documental. En él hablaban de un mundo de posibilidades, de transformar las moléculas cambiando nuestro pensamiento, de cómo un átomo podía estar en dos lugares al mismo tiempo, de atraer lo positivo, de la “Teoría de las Cuerdas” que demostraba que existían mundos paralelos. Giró su cabeza para comprobar la hora y regresó a la realidad de inmediato. Se apresuró a vestirse, se hizo una coleta repeinada, y ágilmente aplicó un suave toque de color a sus ojos y labios. Imaginó que en su mundo paralelo ella se habría levantado con tiempo y ahora luciría una melena suelta, un rímel perfecto y su cara tendría un brillo sin imperfecciones de esas que salen en los anuncios de televisión.
Salió de su casa sin desayunar, odiaba hacerlo sola, por eso en días así prefería hacerlo en la cafetería que regentaban sus tíos y donde su prima estaba aprendiendo para continuar con la tradición que empezaron sus abuelos.

  • ¿Qué tomarás hoy prima?
  • Un vaso de amor -contestó Milena algo distraída
  • ¿Qué dices? Deja las drogas Mile, no te pega -dijo su prima riéndose
  • Bromeaba contigo... Quiero un vaso de agua, un café solo sin azúcar y media tostada de aceite – solicitó Milena teniendo en mente poner en práctica el documental que vio
  • ¡Marchando! - expresó su prima en tono socarrón

Cuando Milena sostuvo el vaso de agua entre sus manos, se concentró en dar amor al agua, había visto en el programa que las moléculas de ésta cambian según la emoción que uno le entrega. En cuanto tomó su primer sorbo fue notando cómo cada partícula y átomo de H2O se iba incorporando en su cuerpo. En ese instante, se trasladó hasta el hotel donde aún remoloneaba su novio en la cama, él la vio, sonrió y la estrechó entre sus brazos para posteriormente comenzar a besarle con ternura. Milena sentía sus labios carnosos y suaves a lo largo del cuello, bajando lentamente hasta llegar su plexo solar, donde él separó sus labios para dejar escapar entre ellos un “Te quiero”.

Elisa dejó el vaso de agua vacío sobre la mesa, ¡había sido la bebida más refrescante que había tomado en su vida!
Acabó su desayuno sorprendida y sonriente. Después, se dirigió directa a su trabajo donde le tocaría estar siete horas, con sus correspondientes descansos de diez y veinte minutos, respondiendo al teléfono como teleoperadora en atención al cliente de una importante compañía.
Olvidó su sonrisa al recordar que ya marchaba con el tiempo justo y como siempre no habría lugar donde estacionar. Entonces recordó que podría solicitar al universo una plaza, sólo tenía que imaginarse el lugar vacío frente a la entrada de su empresa. Su sonrisa regresó a su cara, convencida de que hoy era su día y el aparcamiento le esperaba. No obstante, cuando llegó, frenó en seco al comprobar toda una fila de coches aparcados unos tras otro e incluso como muchos de ellos estaban desafiando a la autoridad en lugares prohibidos e inverosímiles o claramente estorbando al tráfico de peatones.

    - No puedo creer que no haya funcionado -se dijo a sí misma, al tiempo que se imaginó en su vida paralela conduciendo un tanque, aplastando el despampanante mercedes negro situado en frente de ella. Pero en ese instante, las luces de dicho coche parpadearon al tiempo que emitía un doble pitido. Un hombre vestido de traje se introducía en él, dejando libre la mejor plaza del lugar.

Milena no cabía en sí de la alegría, llamaba la atención entre sus compañeros -que eran muchos- según iba recorriendo un continuo de sillas a lo largo de una mesa donde únicamente separaba su punto de trabajo del de los demás una pequeña balda vertical. Todos iban girando su cabeza, percatando de que había algo diferente en ella.

  • Guau Milena, hoy estás despampanante -decía uno de sus compañeros
  • ¿Qué te has hecho en la cara? -preguntaba otra

Los beneficios de la cuántica iban más allá de las expectativas de Milena, que efectivamente parecía deslumbrar con su sonrisa, tranquilidad y felicidad que la embargaba y al mismo tiempo se expandía más allá de ella.

La prueba definitiva estaba en si sería o no capaz de irradiar su nuevo poder a través del teléfono. Digamos que de diez llamadas que recibía al día, cuatro eran detestables, hasta el punto en que ella en su vida paralela estaría agarrando al cliente por el cuello y metiendo su cabeza en un cubo de agua para jugar a hacer burbujitas. Sin embargo, hoy sería diferente.
Las primeras cuatro horas transcurrieron sin sobresaltos, la gente parecía notar su estado anímico y correspondían al igual que ella de buen humor y agradecidos. Milena podía percatarse de cómo sonreían al otro lado del teléfono, esto es algo que no era difícil de notar para ella.
Sin embargo, cuando ya creía que todo marchaba sobre ruedas, una malhumorada clienta insatisfecha hizo su llamada y Milena sería quien daría al punto verde de su ordenador para descolgar, soltando a posteriori su cordial, impersonal y programado saludo inicial. La mujer que estaba al otro lado del teléfono, no parecía querer ponérselo fácil y reclamaba a algún superior con el que hablar, profiriendo insultos y acusaciones. Milena se concentró, recordando el vaso de agua que se tomó en la mañana, de pronto vio una especie de onda que surcaba el aire y a medida que se acercaba a ella podía ver una imagen claramente. Era de la mujer con la que estaba hablando, ella se encontraba en un comedor desordenado, con juguetes tirados por todas partes y dos niños, uno aproximadamente de 4 años de edad y otro de unos 6 años, los cuales parecían ser los responsables de tal desastre. Ambos tenían granitos rojos en cara y brazos, el pequeño se rascaba enérgicamente su brazo izquierdo y el mayor vociferaba algo, llegando el berreo a Milena en estéreo, por un lado desde la onda y por el otro desde el pinganillo colocado en su oído derecho.
Con esta visión sobre el estrés al que estaba sometida dicha clienta, Milena logró no sólo solucionar el problema por la que la clienta llamaba, sino que la relajó y cambió su estado de humor, despidiéndose ambas entre sí riendo.Ya ningún reto sería demasiado para ella -pensó. Cuando terminó su jornada de trabajo, el encargado de las escuchas telefónicas le hizo una señal.

  • Muy bien lo de hoy Milena, pero para la próxima vez, no tardes tanto con un cliente y guarda las formas -y le guiñó un ojo, detrás de él estaba el jefe superior, que no entendía tanto de calidad como sí de cantidad.

Ya en su casa, estuvo pensando en todos los beneficios y en lo increíble que había sido su día. De pronto, recordó a su novio, no había vuelto a pensar en él desde que tuvo su refrescante momento del desayuno. Fue hasta su móvil para comprobar si él le había llamado y al cogerlo éste comenzó a sonar. Era él.

  • Hola mi amor ¿Cómo estás? -contestó rápidamente Milena deseando poner al día a éste.
  • Bien, no lo vas a creer, pero esta mañana al despertar, bueno, yo pensaba que estaba despierto, te vi a ti junto a mí en la cama y comencé a besarte y...
  • Lo sé amor -interrumpió Milena impaciente- ¡yo estaba allí!

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