Una
vez en el estudio comenzó su ritual, comprobó que estuviese a la temperatura de
32ºC, sacó sus tres cubetas, una para el revelador, otra para el blanqueador del
color y la última con el humectante. Sólo iluminado por una tenue luz comenzó a
verter los químicos en el tanque de revelado. Posteriormente rebobinó el
carrete de su cámara y apagando las luces lo extrajo hasta dejarlo protegido de
la luz en el interior de una cubeta. Cada revelado de papel tardaría unos 2
minutos hasta comenzar a observar el milagro de la imagen en un foleo antes
blanco impoluto.
El
primer revelado mostraba una carretera desierta y por la acera sólo un par de
transeúntes, era una buena toma y ángulo perfecto, pero no había nada que le
interesase en la foto, la colgó delicadamente y continuó con el segundo
revelado y así los posteriores hasta que apareció ella. Era sorprendente ver
como de un minuto a otro parecía surgir de la nada las diferentes secuencias. Ella
iba con el pelo suelto, en brazos llevaba al menor aunque también tiraba del
carrito vacío, en la siguiente imagen se veía que había colocado a su hijo en
el carrito y miraba directa hacia el objetivo, Samuel dio un respingo pensando
que tal vez miraba la cámara o tal vez estaba observando qué flores tenía hoy
en el balcón y se tranquilizó con este último pensamiento. En la foto que le
seguía, ella miraba a su hijo, dejando ver mejor como caía su melena castaña
hasta casi rozar la cara del menor. Samuel iba colgando una foto tras otra deseoso
de ver la siguiente. Ahora ella sonríe con sorpresa, el autobús ha llegado.
Samuel colocó esta nueva imagen en fila para observar mejor su obra, aún le
quedaban tres fotos más y se sentía como un niño con un juguete nuevo, preguntándose
qué novedades esconderá. Se sorprendió riéndose al observar al hijo bajando del
autobús con las manos en alto, una estaba sujetando un globo verde y en la otra
tenía una bolsa de colores, seguramente algún niño del colegio había hecho los
años y habían regalado chucherías a todos, su madre estaba agachada con las
manos acercándolas a su cara, gesticulando una sorpresa que no por ser
exagerada era de un sentimiento fingido.
Samuel se consideraba realmente afortunado de disfrutar
de estos momentos, pero su cara se tornó seria al revelar la penúltima foto, el
globo no estaba en la mano del niño, éste se dirigía hacia la carretera
siguiéndolo y un coche asomaba en la esquina superior de la foto, ella parecía
estar gritando con uno de sus pies ya en la carretera detrás de su hijo. Los
dos minutos que transcurrieron para revelar la última de las fotos se le
hicieron eternos, se daba pequeños toquecitos en la pierna con su mano
izquierda mientras la derecha parecía agarrarse la cabeza, como si ésta se le
fuese a caer. En la última imagen no había rastro del coche ni del niño, el
niño en el carrito parecía llorar desconsolado, su imagen se encontraba en el
margen inferior derecha de la foto, sólo distinguió una mano, que juraría que
era la de ella, la que yacía asomándose en la parte superior de la foto y una
pequeña mancha roja surcaba por la acera como un pequeño riachuelo, seguramente
iría hacia la alcantarilla, haciendo el mismo recorrido que casi una hora antes
había observado en la calle junto a la valla, suceso al que había restado
importancia. El pulso de Samuel se aceleró más y más, no sabía que pensar ni
qué hacer, estaba aterrorizado de lo que creía que había ocurrido, debía ir a
la policía y llevar las pruebas ¿qué le había pasado a ella? ¿Cómo explicaría
las fotos? ¿Realmente el coche se dio a la fuga? ¿Qué pasó con los niños? ¿Fue
accidental? Su mente era un torbellino de ideas, las manos le temblaban y por
un momento quedó en blanco, sólo sentía su agitada respiración, pero la
adrenalina le impidió estar más tiempo sin actuar y recogiendo las fotos con
cuidado se dirigió a una comisaría, “les contaré que soy un simple aficionado
probando la cámara” pensó. En realidad no mentiría del todo, y si le
preguntaban por qué a esa hora en concreto diría que fue por simple azar, tampoco
estaría mintiendo, el azar hizo que se fijase en ella aquella mañana del primer
día de colegio, o tal vez no.
Cuando
salió de declarar aún se sentía inquieto, en realidad el interrogatorio no fue
tal, menos duro de lo que pensaba, no se sorprendieron demasiado de que alguien
estuviese haciendo fotos a la vía pública y por supuesto, no constituía delito
alguno hacerlo desde su casa –aunque él sintiese que lo cometía. Suspiró y
esbozó una gran sonrisa, Laura seguía viva, no sólo no le interrogaron al modo que
él temió, sino que además obtuvo información de primera mano, los hijos de ella
estaban bien y además ahora sabía en qué hospital podía encontrarla.
A la mañana siguiente se excusó en el trabajo y preparó
una maceta con jazmín de flores blancas, ese dulce e intenso aroma, un olor
cálido, floral y especiado le evocaba su nombre, Laura. Se sentía una vez más
como un niño alegre y despreocupado mientras llevaba la maceta envuelta a modo
de ramo de flores preparada para ella. Sólo al situarse frente a la puerta del
hospital se preguntó qué le diría, los policías no vieron nada malo en su
conducta, porque legalmente no constituía delito, pero ¿cómo se lo explicaría a
ella? El estómago le dio un vuelco, aun así atravesó las puertas y se dirigió a
la habitación donde estaba ella, cuando la tuvo de frente se quedó petrificado
con la maceta en sus manos sin saber qué decir, le parecía hermosa incluso con
una venda en la cabeza y agotada como estaba de una segura mala noche; pero su
mirada era dulce, pudo observar por primera vez sus ojos de color miel y en su
cara sorpresiva se dibujaba una interrogación, fue entonces cuando se percató
de que debía decir algo.
-
Son para usted –normalmente nunca se
dirigía de usted a personas que rondaban su edad, pero los nervios le
incapacitaron de decir otra cosa.
Ella
se rio y negó con la cabeza gentilmente, acercó con dificultad primero su mano
izquierda y después la derecha para coger y atraer hacia sí el aroma del
jazmín. Laura le hizo un ademán para que él se sentase a su lado. Así fue como
comenzaron a hablar, la primera de sus largas charlas en el hospital, Samuel
supo que ella llevaba divorciada un año y que decidió mudarse de ciudad para
dejar atrás los recuerdos, aunque no huía de ellos, simplemente quería probar
algo diferente, le dijo. Laura era florista y había abierto junto con una amiga
una tienda modesta, pero estaban muy contentas con la aceptación que estaba
teniendo. Ella se mostraba feliz mientras hablaba, era de esas pocas personas
que son capaces de hacer el milagro de restar importancia a lo malo sucedido y
celebrar con una amplia sonrisa las buenas noticias.
Al
tercer día del accidente capturaron al chico que le había atropellado y se
había dado a la fuga, según les dijeron, había cogido prestado el coche de sus
padres mientras estos estaban de vacaciones y le entró pánico al ver lo que
había hecho, aunque realmente sólo fue un terrible accidente, él quiso esquivar
al niño e invadió levemente la acera, atropellando en su lugar a Laura, sin
embargo, tendría que pagar la pena por delito de omisión de socorro. A pesar de
las dos semanas que pasó en recuperación, Laura nunca se quejó, como le dijo a
Samuel, gracias a ello había pasado unas semanas fantásticas de risas, charlas
y un beso. Un beso que marcaría el comienzo de una nueva historia.
Qué boniiiiito:)
ResponderEliminarAl principio digo: qué salvaje! Adiós madre y adiós niño. Pero acaba liiiindo.
Diría que el principio se aguanta por si sólo, pero yo pondría de donde viene la historia como has puesto en el facebook por si alguien llega por otro lado, no? Que esto lo puede leer todo el planeta! :)
Ya dirás qué nota te ha puesto el profe, porque esto está de coña. Qué descripciones y qué emociones en tan pocas líneas.
Cierto Ivan, el libro comienza hablando de un hombre que descubre un dia que hay una parada del autobus para el colegio en frente d su casa, ésto rompe la rutina del lugar. El primer dia de colegio observa una mujer corriendo con un carrito de bebe y un niño más mayor d la mano, lo alza al autobus para q éste no se marche sin él. Asi es como Samuel empieza a sentirse fascinado de esta mujer a la que no conoce, obseva todos sus gestos y despues d un mes le parece ya conocerla, ella mientras tanto va sintiendo curiosidad por las plantas q el muestra desde su casa y q va cambiando para ella, pero de pronto le entra miedo al pensar q un día no vuelva a aparecer y decide programar su cámara de fotos para q haga fotos en la media hora d recogida de los niños porque el trabaja a esa hora......cuando tenga título y autor del comienzo de este libro lo diré. El profe no pone notas, en la escritura tu puedes matizar, corregir ciertos aspectos; pero la valoración numérica es totalmente subjetiva y no sería lo más apropiado para un profe que nos debe alentar a continuar en una u otra línea y empujar a seguir escribiendo y leyendo, q es la mejor forma de aprender y mejorar. Pero gracias por tus comentarios y sugerencias Ivan, siempre bien recibidos. Bsos
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