sábado, enero 11, 2014

De alien a ciudadana



  Hoy voy a cambiar mi estilo, nada de escribir cuentos o ciencia ficción, esto es la realidad, ¡mi reality show!

  Uno cuando sale de su país para adentrarse en otro, se hace a la idea de que no será todo fácil ni un camino de rosas, pero joder, al menos esperas que sea mejor que lo que dejas atrás. Sin embargo, cuando descubres que extranjero se dice alien, vamos, que soy un alien para ellos ¡ya vamos por mal camino!

  El primer paso para dejar de ser alien, es dejarte llevar y tomarte la pastilla roja ¿o era la azul? Yo me dije, me voy a adaptar muy bien, me pinté las uñas con los colores de su bandera, festejé sus fiestas y estudié su idioma. Aprender un nuevo idioma es todo un arte, para ésto podría dedicar otra entrada otro día, porque a veces por más que entiendes las palabras no consigues entender qué te quieren decir, y para saber qué te quieren decir necesitas adentrarte un poco más en sus costumbres del día a día, y efectivamente, según va pasando el tiempo, notas más y más la necesidad de tener un teléfono al lado y llamar a casa. Lo sé, ET, yo pensé lo mismo y me dije, ¡¡ajá!! al final tienen razón ¡soy un alien! pero bueno, como soy de una generación más moderna, no llamo a casa sino que me refugio en facebook y en el wassap. Oye, mejor invento no existe, nunca me ha gustado hablar por teléfono y sin embargo adoro escribir y estar al día de la vida de los que quiero (estar al día, no cotillear), así que me ofrece los dos en uno. Otro de los motivos que me llevaron a pensar que era un alien es cuando me di cuenta que no encajaba en algunas fiestas; directamente me sentí que venía de otro planeta y observaba a los extraños terrícolas con sus peculiares costumbres. No era muy diferente a observar un pequeño acuario particular, los peces nadan de un lado a otro y de un lado a otro, tienen diferentes colores y miras y miras su peculiar vida flotante; pero vamos, al cabo de un rato de observar ¡te aburres irremediablemente! yo pensé "será el idioma" pero no, ¡es que los peces son aburridos de narices!

  No obstante, aún no he perdido la ilusión de dejar de ser un alien para convertirme en ciudadana, por eso, decidí continuar con el segundo paso que no es otro que el legal. Y aquí sí se complican las cosas. Te obligan a tomarte la pastilla, y mira que es un país libre, o eso creía... pues bueno, no son pastillas pero te tienes que meter unos cuantos chutes de vacunas. Eso sí, es por tu bien, dicen, para no enfermar. Y me pregunto yo ¡¿que ha sido de mi todos estos años?! yo por ahí caminando ¡sin ser consciente de que era vulnerable a miles de enfermedades que ni sabían que existían! y claro, más tarde descubres que aquí te tienes que pagar absolutamente todo, hasta la cama del hospital, como si fuese un hotel de lujo al que asistes por gusto. Lo que me hace plantearme de que en realidad no lo harán para que no enfermes, puesto que les reporta una gran suma de dinero, sino para perpetuar su negocio de chocolatinas, digo perdón, de las vacunas. Pero es que aquí te las anuncian como si fuesen chocolatinas e incluso hay veces que te las dan gratis, digo yo, será para ir enganchando al personal ¡Entra en nuestro establecimiento y te metemos un chute gratis, oferta especial, sólo hoy! y claro ¿quién se puede resistir a eso?

  El tercer paso es sencillo, corto pero muy muy doloroso: ¡es soltar la pasta! una lista interminable de papeleos, pruebas y testigos para demostrar que eres una buena persona y con buenas intenciones. Eso es lo que dicen, pero una vez más es un negocio, quieren tu dinero, simple y llanamente. Así que agachas la cabeza, cuentas la pasta y después miras al cielo para ver si en un milagro un mapa del tesoro cae flotando hasta llegar a tus manos... y no, no ocurre.

  El cuarto paso es el tiempo, la espera, que como dice el refranero español "la espera desespera" pues así estoy yo y ¡aún no he empezado con el segundo paso!

  El quinto y último paso es el más agradable, el momento por el que has estado esperando días y días, meses e incluso años: recoger el número que te define como ciudadano. Y entonces me surge una nueva duda ¿eso no es alienación del individuo? Con lo cual, rebobinamos y nos vamos al primer paso ¿me tomo la pastilla roja o la azul?





domingo, julio 07, 2013

INFINITO CELESTIAL

     No volaría sola. El viaje de la muerte que forma parte de la vida había comenzado. Junto a ella se encontrarían antiguos compañeros de vidas recientes, algunas remotas y otras que ya ni recordaba. Sus sentidos parecían estar más vivos que nunca y a pesar de no tener un cuerpo físico, podía tocar las arrugas de los colores, olía la acompasada música de la brisa soplando en el aire e incluso lograba saborear el agridulce de las imágenes del recuerdo. Una sinestesia placentera e interminable de estímulos la rodeaban y a la vez formaban parte de ella. Ya no tenía órganos que la limitasen. Flotaba todo su ser en este extraño y mágico infinito celestial, hasta que sin saber cómo ni por qué comenzó a hacer un examen de sus experiencias pasadas. A veces era risa y a veces era llanto. De vez en cuando, algún que otro cómplice de batalla se asomaba y recordaba junto a ella algunas de aquellas etapas. Sin añoranza ni rencores. Aguardando el momento en que podría volver a repetir alguno de aquellos instantes y con la seguridad de que tendría la oportunidad de experimentar otros que no pudieron ser.

     Según se aproximaba a su vida reciente, más lento parecía transcurrir el tiempo, los recuerdos no se sentían como tales y al visualizarlos, se adentró de nuevo en ellos. Gracias al conocimiento global que ahora poseía, el dolor y la angustia que sintió estando viva ante la proximidad de la muerte ya no tenía sentido para ella, podía ver la situación desde otra perspectiva. Su compañero de vida, a su vez, encontraría consuelo con el tiempo, al menos, eso era lo que ella deseaba.

     Su amado le había escrito hermosos poemas y dedicado muchos de sus pensamientos. Cada verso se impregnaba en ella al igual que lo hizo el olor de su cuerpo tras la primera vez que hicieron el amor. Sonreía mientras se visualizaba a sí misma en clases de química, ensimismada en la suya propia, sin prestar atención a las explicaciones del profesor porque ella estaba intrigada en saber cómo era posible que su cuerpo conservase su aroma aún después de haberse duchado. No pudo parar de reír. El amor, esa era la lección más importante que había aprendido de su última vida, es lo que se llevaría a la siguiente.

     De pronto, todas las imágenes, sentidos y emociones comenzaron a fundirse, hasta quedar en la nada.  Ella exclamó ¡No puede ser! Desde una sonrisa atónita.

     Lo siguiente que apreció, fue una enorme lengua que estaba lamiendo su cara de forma enérgica y persistente, seguidamente le recorrería todo su cuerpo. Sabía que no estaba sola. Cinco cachorros más se apuraban a mamar de una hermosa golden retriever de color canela. Sin recuerdos ni memoria de quién fue o era ella, su instinto le dijo “¡vive!” y ella se apuró a tomar uno de los pezones sin dueño. 

sábado, mayo 25, 2013

EL CAZADOR DE GAMUSINOS


Empresa privada necesita urgentemente cazador de gamusinos.  Se ofrece contrato de trabajo a jornada completa y alta en la seguridad social desde el primer día. Debe estar disponible fines de semana, festivos y realizar horas extras en caso de que se solicite. Turno de trabajo nocturno. No es necesario el conocimiento de manejo de armas y no se hará daño bajo ninguna circunstancia a ningún ser vivo. Requisitos: experiencia de vida, no temer enfrentarse a nada ni a uno mismo, saber observar aquello que otros sólo miran, agilidad en las manos y buen estado físico en general. Imprescindible la sinceridad. Se valorará aquellas personas con introspección, intuición y creatividad. Abstenerse personas con problemas cardíacos y/o aquellas que no se amen a sí mismo/a. Para más información y optar por dicho empleo, por favor, diríjase a la siguiente dirección de 7:00 a 9:00am cualquier día de la próxima semana.

Esta fue la estrafalaria oferta de trabajo con la que Démian se encontró en el diario de los domingos. Nunca había leído nada parecido, “necesitaban cazador de gamusinos”, no tenía ni idea qué clase de animal podía ser un gamusino, ni si quiera estaba muy seguro de que fuese un animal. Dirigió su mirada hacia la estantería de la sala buscando entre libros una vieja enciclopedia cubierta de polvo que un día compró dejándose llevar por lástima (excusa que se puso a sí mismo y ante sus amigos cuando éstos vieron cómo mes a mes un nuevo volumen se hacía espacio entre los CDs de música y videojuegos) cuando la verdad es que no tuvo el valor de decir “no” ante la astucia de un vendedor de puerta fría. Buscaba y buscaba pero no encontró ninguna definición, “después de todo seguirá siendo el objeto inservible atrapa polvo que siempre fue” pensó.

Lo más sorprendente de la oferta eran los requisitos: experiencia de vida ¿a qué se referían con experiencia de vida? no temer enfrentarse a uno mismo,  observar lo que otros sólo miran… no podía parar de releer una y otra vez cada una de las frases intentando encontrarle sentido, sobre todo, releyó para comprobar que no fuera algún error de imprenta o una singular broma del periódico; aunque éste era reconocido como uno de los más serios del país.

Tomó un sorbo de su café y lo tragó con asco al comprobar que se le había quedado helado.

Tras muchas vueltas y vueltas, y después de releer una y otra vez el anuncio, decidió que iría al día siguiente a la entrevista, después de todo no perdería nada y necesitaba un trabajo urgentemente. Su nevera estaba vacía y no era porque estuviese a dieta precisamente.

Al día siguiente el despertador de Démian estaba sonando a las seis de la mañana en punto, apenas había abierto un ojo cuando recordó lo que estaba soñando, iba por el bosque buscando extrañas criaturas que se asemejaban a una rara mezcla de ardilla y erizo, eran pequeñas y escurridizas y él llevaba una jaula donde tenía que ir guardándolas. “Genial” pensó, no parecían criaturas muy difíciles de atrapar después de todo. Se levantó animado, rebuscó entre su armario unos pantalones de pinza clásicos y una camisa de color verde claro que guardaba para ocasiones especiales. No quería ir muy formal, pero tampoco quería dar un aspecto de desaliñado.

A las siete en punto estaba ante la oficina que indicaba la dirección del anuncio. Llamó al contestador automático y la puerta se abrió. A pesar de haber gente en aquella sala, sólo pudo fijarse en la guapa secretaria. Tenía el pelo castaño claro con mechas rubias, la piel de su cara cándida e inmaculada no parecía haber conocido la adolescencia y sus ojos eran de un color verde tornando a un gris oscuro difícil de descifrar dando a su mirada gran profundidad. Su boca de labios anchos sonrió.

  • Buenos días –dijo ella al percatarse de que el escáner de Démian estaba centrado en su anatomía y había bajado hasta quedar atascado en su escote. Donde una vez allí, parecía estar haciendo un profundo reconocimiento. Démian creía estar viendo a la mujer de sus sueños, ¡era la mujer de sus sueños!  de pechos erguidos y medidas perfectas, con una canaleta de vértigo.
  • Caballero –repitió ella con voz algo más intensa al tiempo que levantaba su mano para apartar el proyector del objetivo- si hace el favor- dijo señalando una carpeta negra con un folio y una lista de nombres garabateados –ponga su nombre completo, su firma y la hora a la que ha llegado. Cuando sea su turno le llamaremos.
  • Muchas gracias –contestó ruborizado. Y haciendo un esfuerzo por centrarse, bajó la cabeza y siguió las indicaciones sin rechistar.

Sólo después de devolverle la carpeta, momento en el que sí reparó en sus ojos que ahora eran de un intenso verde, pudo salir de su hechizo y miró a su alrededor en busca de un asiento.  La sala era alargada con sólo dos puertas. Una, por la que había entrado, y en el fondo, la que le llevaría a la entrevista. A los lados habían sillas, excepto por el lateral derecho donde estaba el mostrador y la secretaria. Las paredes eran de un blanco intenso y nada colgaba en ellas excepto las manecillas de un gran reloj de pared, un simple mecanismo con el motor circular negro en el centro, desde el cual salían sus agujas y unos extraños símbolos pegados y colocados de forma que figuraban las horas del reloj. Al fijarse con atención, vio cómo estos símbolos no eran tales, sino imágenes. Las doce en punto eran un caballero y su espada. Las tres era un dragón que con su silueta serpenteante dibujaba dicho número. Las seis era un bebé desnudo durmiendo acurrucado junto la palma de una mano en su lado izquierdo, que a modo de pared, parecía protegerle de los peligros. Esta  mano simulaba el rabito de las seis y el bebé era su cero. Por último, las nueve era una extraña caja negra hexagonal de la que colgaba por el lado derecho una llave. De la memoria de Démian brotó una frase: Saber observar aquello que otros sólo miran.

Cinco de las sillas estaban ocupadas por cuatro hombres y una mujer. Ésta tenía el pelo corto y hombros anchos, era corpulenta en general y la expresión de su cara no mostraba ningún sentimiento. Démian apartó su mirada de ella para fijarse en el hombre que estaba sentado a la izquierda, tenía la cabeza rapada y vestía traje de camuflaje, sus ojos escudriñaban el ambiente en busca de un objetivo, sólo le faltaba la escopeta para decir que estaba dispuesto a cazar ahora mismo, lo que fuera. Más allá otro chico algo más joven, vestía vaqueros desgastados y una camiseta blanca sin mangas, Démian hubiese pensado que acababa de llegar de hacer un trabajo en una obra si no fuese porque eran las siete y cuatro minutos de la mañana. El chico movía su pierna derecha con nerviosismo, gesto que parecía molestar al tercero de los hombres que allí se encontraba. Éste le miraba furtivamente y resoplaba mirando el techo con sus brazos cruzados y sujetando con una de sus manos lo que parecía ser su currículum. El cuarto de ellos se levantó, acababan de pronunciar su nombre para hacer la entrevista, cuando de la puerta situada al fondo de la sala a la que se dirigía, un hombre con cara atemorizada corría en dirección a la puerta de salida. El hombre vestido de camuflaje se rió, “¡otro más!” dijo en voz alta riéndose mientras cruzaba su mirada con la de los presentes. La mujer siguió con su cara de póker y los dos restantes bajaron su cabeza con gesto de preocupación.

Démian seguía repasando mentalmente los requisitos que leyó en el periódico cuando se percató de que el cazador, el hombre de camuflaje, le estaba mirando esperando ser correspondido.

  • Parece que el gamusino ese es un bicho duro de roer –sentenció y después estalló de la risa- salen todos corriendo como alma que lleva el diablo.
  • Ajá –contestó Démian educadamente sin saber muy bien qué decir. La verdad es que no estaba dispuesto a hablar sobre el tema con un desconocido y rival para el puesto. Quería centrarse y no dejarse intimidar por él, “no me gustan los cazadores, el anuncio especificaba que no se haría daño a ningún ser vivo” Démian no deseaba compartir sus pensamientos con el que claramente para él sí era un despiadado asesino de seres indefensos.

El silencio se hizo de nuevo, intensificándose así el sonido de las agujas del reloj de pared. Démian miró, eran las siete y cuarto, él habría jurado que ya eran cerca de las ocho de la mañana.

  • ¿Para qué nos habrá hecho madrugar tanto? –preguntó el cazador  a la callada audiencia- estoy muerto de sueño- dijo ya para sí resignado a no tener conversación ninguna.


Pasó más de media hora en la que nuevos candidatos fueron llegando. La sala estaba llena y muchos de ellos tuvieron que quedarse de pie. De los que llegaron antes que él, sólo permanecían la mujer y el cazador sin presa, como lo había bautizado Démian mentalmente; que por cierto, ya la había encontrado, un pobre chico que vestía traje de chaqueta que no parecía suya ni tampoco que estuviese acostumbrado a vestir tales ropas. El cazador sin presa le estaba relatando todo lo que allí había sucedido, alardeando de su no temor a lo que la sala del fondo escondía y de la que no se escuchaba ningún sonido. Sin embargo, una vez que un candidato abría aquella puerta se podía respirar el miedo, además de escuchar un sonido de fondo aterrador; más que escuchar se sentía e incluso se masticaba en el ambiente. Llegó el turno de la mujer, ésta al minuto salió pálida pero con su misma cara inexpresiva.

  • Se te va a quitar esa sonrisa de la cara dijo al siguiente, que no era otro que el cazador sin presa. Él, se levantó con decisión y se dirigió sin dudar y con una sonrisa burlona hacia la puerta del fondo.

Cinco minutos fueron más que suficientes para que saliera por ella llorando, se tapó la cara intentando que nadie lo viera y cerró la puerta de salida de un portazo.

            Parece que ha llegado mi turno, se dijo Démian cuando escuchó su nombre. Abrió la puerta y se sorprendió de no ver nada extraño, las paredes eran tan inmaculadas y blancas al igual que la sala anterior. En el centro de la sala había un escritorio con un pequeño reloj y una libreta de notas, el entrevistador, una silla (para él presumiblemente) y en el lado derecho de la sala, un hombre estaba sentado, vestía ropas militares con galardones en su hombro (si hubiese ido al servicio militar quizás ahora sabría de qué rango se trata, pensó). A pesar de que éste no se movía porque estaba en estado de alerta, como si tuviese que vigilar algo; sus facciones, la forma en que le miraba y la postura que ostentaba, le resultaba a Démian tremendamente inquietante, amenazadora y muy familiar.

  • Tome asiento - dijo el entrevistador ofreciéndole la silla vacía. Démian se sentó y observó al hombre de pelo cano y saludables arrugas en la cara, tenía los ojos claros asemejándose a los de la secretaria y gestos amables. Su voz sonaba cálida y relajante. “No irá mal después de todo” pensó Démian; aunque su corazón comenzó a latir más deprisa y sus manos comenzaron a sudar desde el momento en que vio al militar que sentado a su derecha no le quitaba un ojo de encima.
  • Mi nombre es Virgilio, mi apellido no viene a cuento –continuó el entrevistador- Voy a pasarle un cuestionario oral, son sencillas preguntas directas, no hay respuestas malas o buenas, el único requisito es que conteste todas y cada una de mis preguntas y siempre con la verdad, de forma clara y con la mayor brevedad posible ¿Ha entendido lo que acabo de decirle?
  • Sí, sí… señor –dijo mientras se secaba el sudor de las manos en sus pantalones. Sentía la mirada del militar en su nuca y cada vez estaba sintiéndose más pequeño y débil.
  • Empezaremos por sus hobbies ¿Puede decirme qué hace en su tiempo libre?
  • Mmmm –dudó por un momento Démian- me gusta escribir, suelo tener un cuaderno donde invento pequeñas historias de héroes y villanos –dijo entre risas nerviosas -también me gusta montar en bicicleta, por supuesto también leo y me gusta salir a correr de vez en cuando.
  • Me gusta –confirmó Virgilio animado- creatividad y ejercicio físico –apuntó en su cuaderno algo, Démian hizo el intento de estirar sus ojos para leer lo que éste escribía, pero no consiguió distinguir nada. – Ahora dígame ¿A qué cosas tenía miedo de pequeño?
  • ¿Cómo? –preguntó extrañado, pero el entrevistador le repitió de nuevo la pregunta. Había escuchado bien, por muy extraño que le pareciera – Bueno, a las cosas normales que tiene un niño, supongo,…a la oscuridad, a los monstruos… esas cosas.
  • ¿Esas cosas? He pedido que fuese sincero, conciso y preciso en sus respuestas, Démian, si no le importa que le llame por su nombre.
  • No, no, puede llamarme como quiera, señor. Tenía miedo a los dragones, sé que son seres mitológicos que posiblemente nunca existieron, pero me daban terror, auténtico pánico que uno viniese a mí y me quemara con su fuego.
  • Interesante – dijo Virgilio mientras escuchaba atento y tomaba sus notas -Hábleme de sus pesadillas. De las que tenía de pequeño ¿Alguna en concreto que se repitiese con más frecuencia?
  • Bueno, eran también normales señor. Me perseguían monstruos, yo corría y corría hasta que llegaba un punto en que mi cuerpo se paraba y por más esfuerzo que hacía no podía moverme, o bien me escondía en algún lugar hasta que me atrapaban.
  • Ya veo, ya. ¿Alguna vez se enfrentó a ellos?
  • Sí, señor –contestó Démian orgulloso- curiosamente comencé a identificar cuándo estaba en un sueño. Así que ya no corría, buscaba la forma de despertarme, dándome pellizcos y acabar así con la pesadilla.
  • Creo que esa era una manera de escapar sin enfrentarse a sus miedos Démian, simplemente huía intentando despertarse a pesar de saber que estaba en un sueño.
  • …Es cierto –la energía que pensaba haber recuperado Démian volvió a esfumarse y comenzó a sentir un pequeño peso en su espalda.

Siguió la entrevista y las preguntas iban subiendo en intensidad, Démian se preguntaba para qué era todo eso. Seguía sin saber nada del trabajo, cada vez iba sintiendo más y más peso en su espalda, sus manos no paraban de sudar, tenía la sensación de hacerse más pequeño y la mirada del militar en su nuca no desaparecía.

  • ¿Alguna vez ha temido por su vida Démian? ¿Alguna vez se ha enfrentado a algo de cara de verdad?
  • Sí, he tenido que proteger a mi… eso no importa. Sí, me he enfrentado a alguien a pesar de que esa persona fuese más fuerte que yo. No pensaba en qué pudiese ocurrirme, simplemente la adrenalina me invadió y sentí que era hasta capaz de hacer cualquier cosa con tal de salvar la vida de esa otra persona.
  • ¿Y en defensa propia?
  • No, siempre en defensa de alguien. Cuando se trata de mí, no soy tan valiente –miró de reojo al militar y éste estaba sonriendo- ¿Por qué ese hombre está aquí? ¿Es necesario que permanezca en la entrevista?
  • Bueno Démian, no tengo respuesta a esa pregunta. Ese hombre vino contigo, sólo tú sabes por qué lo has traído y eres el único que lo puedes echar.

Démian quedó aterrorizado al escuchar la respuesta de Virgilio, miró fijamente a la cara del militar y éste seguía sonriendo. Se levantó y su cuerpo se iba haciendo más y más grande a medida que el de Démian parecía hacerse más pequeño, recuperando el que un día fue su cuerpo infantil. La cabeza rapada del militar llegó al techo, sus ojos sobresalieron de sus cuencas ligeramente, su nariz se ensanchó, la mandíbula se hizo más protuberante y sus cejas se arcaron.

  • ¿Papá? –preguntó Démian con voz de niño.
  • ¡No eres más que un estúpido que no consigue un simple trabajo, se lo dije a tu madre que nunca llegarías a nada, no eres más que un cobarde que no tuvo valor de apuntarse en el ejército para hacerse un hombre! Siempre serás un chiquillo asustadizo –sentenció.

Démian miró su cuerpo y sus manos juveniles, tenía la misma sensación de impotencia que entonces cuando veía cómo su padre le gritaba a su madre lo estúpida que era. Pero Démian recordó que ya no era un niño.

  • ¡Ya no me puedes hacer más daño!
  • ¿No? –preguntó carcajeando- levantó sus manos sujetando un cinturón de cuero en tono amenazante– ¡lárgate de aquí hijo, no eres apto para el trabajo, vete, no vales para nada!

Cada palabra de su padre, era un puñal que atravesaba el cuerpo de Démian. Se sentía vacío, su corazón estaba sobrecogido, sin fuerzas, sin ganas de luchar. Encorvó su cuerpo y miró hacia la puerta de salida. Las lágrimas le recorrían las mejillas; pero cuando su mano iba a tocar el pomo de la puerta recordó las palabras del anuncio: experiencia de vida, no temer enfrentarse a nada ni a uno mismo. Abstenerse personas con problemas cardíacos y/o aquellas que no se amen a sí mismo/a. Hacía tiempo que él había optado por quererse a sí mismo y ahora estaba descubriendo que no lo había hecho demasiado bien. Se dio la vuelta y miró fijamente a su padre.

  • ¡Ya no me puedes hacer más daño papá! ¡No soy un niño y no soy tu niño nunca más! –en este momento recuperó de nuevo su cuerpo de adulto.

La figura del padre blandió su cinturón y éste pareció transformarse en un dragón alargado y de la hebilla que ahora era su cabeza salía fuego.  Démian levantó sus brazos y en vez de intentar evitar el golpe, saltó para coger el cuello del dragón, que en sus manos volvió a ser un inofensivo cinturón de cuero. Miró a su padre y éste desapareció lentamente como se esfuma una nube en un amplio cielo. También desapareció el cinturón. Démian quedó con sus brazos en alto sin nada en sus manos y de frente al entrevistador.

  • Bravo, bravo, bravo –alabó Virgilio sonriendo y aplaudiendo al mismo tiempo. ¡Al fin tengo a mi aprendiz de cazador de gamusinos! –exclamó alzando sus brazos al cielo – Acércate y siéntate, te explicaré todo lo que necesitas saber.
  • No comprendo nada - dijo un Démian aturdido. Mientras se dirigía a su silla iba notando su cuerpo ágil, fuerte y lleno de energía –Ya no tengo miedo a nada, me siento con el poder de enfrentarme a cualquier cosa.
  • No tan rápido amigo mío, que te hayas enfrentado a tu mayor temor no significa que ya no tengas miedo a nada. Ahora tendrás que enfrentarte no sólo a tus miedos, sino al miedo de todo cliente que solicite nuestros servicios.
  • ¿Tengo que hacer lo mismo que usted me ha hecho a mí a otras personas? –preguntó una vez más confuso.
  • No, no, no, como ves no todo el mundo es capaz de enfrentar sus miedos y prefiere optar por salir corriendo o lamentarse. Nosotros entraremos en sus sueños, cuando las pesadillas materializan sus mayores inseguridades. Necesitaremos mucha agilidad, saber ver qué es aquello que temen y por supuesto no tener miedo, ¡ni te imaginas la de cosas con las que la gente llega a soñar! Por eso trabajamos durante la noche. Necesitaré de tu creatividad para descubrir la forma de engañar al gamusino y de tus manos ágiles para meterlo en una caja, ¡son muy escurridizos! Los miedos son los gamusinos que tendremos que cazar para que no escapen de esta caja –Virgilio sacó una caja negra hexagonal al igual que vio Démian como símbolo de las nueve del reloj de pared de la sala de espera. A diferencia de aquella, no colgaba ninguna llave, la llave estaba grabada en la superficie de la cara que entendía que era la tapa de la caja, aunque no veía la forma de abrirla.
  • Pero esta caja está cerrada y no tiene aberturas de ningún tipo ¿cómo la abriremos para meter el gamusino?
  • Éste es tu gamusino Démian –Virgilio sacó otra caja del cajón del escritorio vacía abierta en su mitad y con la llave colgando. –Una vez que se atrapa a un gamusino en esta caja, queda sellada de forma que nunca más puede volver a salir de ella. Y cogiendo de nuevo la caja cerrada, la depositó en las manos de Démian. –Puedes hacer lo que quieras con tu gamusino, ya no volverá a molestarte.
  • ¿Por qué llamarlo gamusino y no temor o pesadilla?
  • El nombre de gamusino me pareció gracioso, es una forma de restar miedo a lo innombrable. Hay personas que son incapaces de articular palabra cuando tratan de hablar de aquello que les aterroriza. ¡Gamusino es divertido e inofensivo! –dijo Virgilio guiñando un ojo con mueca divertida- Bueno, ya son las nueve –dijo mirando el pequeño reloj sobre el escritorio- Empezamos esta noche, ¡te espero a las doce, caballero! ¡Cazaremos más gamusinos!







lunes, abril 22, 2013

ROGER Y LA ARDILLA



  Roger estaba inquieto en su cama intentando conciliar el sueño. Por más vueltas y vueltas que daba, no parecía encontrar una posición que le acomodase. Dio un golpe con su puño en la almohada con todas sus fuerzas, ésta registró el vacío provocado por el impacto, pero en un momento fue recuperando su forma como si con una inspiración pudiera recobrarse de la impresión y borrarla para siempre. “No podré quedarme dormido nunca” pensó. Tomar decisiones era un paso muy importante en su vida, por primera vez sus padres le habían dejado que optase por continuar en su mismo colegio o cambiar a otro más cercano donde se habían mudado recientemente. Desde hacía dos años, él estaba deseando cambiar de colegio, no le gustaba el aula antigua llena de materiales ya obsoletos. Por otra parte, sus profesores eran casi tan antaños como lo poco que la decoraba; y los compañeros, bueno, sobre estos últimos sólo cabía decir que había de todo un poco, los típicos macarras que le hacían la vida imposible, otros que pasaban inadvertidos y un par de buenos amigos con los que disfrutaba jugando en los recreos.
    
  Desde que supo cómo eran otros colegios a través de unos nuevos amigos que conoció en su clase de karate, no pudo pensar en otra cosa más que en la idea de cambiar. Y ahora que estaba tan cerca, la incertidumbre le acechaba. “¿Cómo podré tomar una decisión adecuada?¿Cómo sabré que no me equivoco?”
  
  Roger seguía moviendo sus piernas inquietas y sus brazos agotados, hasta que finalmente el sueño le venció.

  De repente, se encontraba ante la imagen de un inmenso espacio ocupado por árboles, plantas, animales y césped, mucho césped. No recordaba cómo había llegado hasta allí, ni tampoco qué hacía en ese lugar. Sólo contemplaba los árboles altos y robustos, sus ramas felices mostraban sus primeros brotes verdes de primavera. Estaba extasiado por la enorme paz que sentía allí, los rayos de sol apuntaban directamente hacia sus ojos provocando que tuviera que entornarlos y así, medio cerrados, disfrutó del canto de los pájaros y de la suave brisa fresca que rozaba su cara.
  “Al fin me quedé dormido” pensó. En ese mismo instante, una ardilla se asomó entre las ramas del árbol situado en frente de él. “Quisiera ser una ardilla” dijo Roger en voz alta.

  • ¿Por qué quieres ser como yo? - preguntó la ardilla asombrada
  Roger quedó impactado al ver que un animal le estaba hablando, él sabía de sobra que las ardillas no hablaban, pero teniendo la seguridad de estar en un sueño, le respondió:

  • Las ardillas no tienen que tomar decisiones, simplemente vivís y punto.
  • Ja, Ja y ...Ja -replicó la ardilla burlona- me temo que sabes muy poco de ardillas mi querido amigo. Tengo que tomar grandes decisiones sobre dónde hacer mi hogar, dónde ir a buscar mi alimento y cómo evitar a los depredadores... Tengo un futuro por delante ¿sabes? Debo aparearme para perpetuar mi especie y aún no tengo compañera. Creo que ya otros se me adelantaron y ahora deberé esperar hasta la primavera siguiente.
  • ¡Vaya! -exclamó Roger estupefacto -yo pensé que esas cosas las hacíais instintivamente y que no necesitabais decidir nada.
  • Claro, claro, los humanos siempre igual, confundís todo ¿Si no tuviera que decidir nada de qué valdría mi existencia? ¿Qué más daría ser yo que otra ardilla? No amigo, te equivocas, yo también estoy en este mundo para tomar mis decisiones. Y me pregunto ¿por qué tú no quieres hacerlo?
  • Interesante -contestó Roger pensativo -Nunca había pensado en las decisiones desde esa perspectiva. Mi problema es que tengo miedo a equivocarme. Como tú, tal vez algo hiciste mal y por eso este año no encontraste pareja.
  • Amigo, amigo humano. Las decisiones siempre acarrean una consecuencia positiva y otra negativa. Lo bueno es que este año tendré más alimento para mí y podré recolectar más para el año próximo. Así estaré preparado para mi compañera y nuestros futuros descendientes. Por lo tanto no estoy preocupado, eso es algo que está destinado sólo a los humanos. Os pre-ocupáis constantemente de todo, ¡incluso antes de intentar buscar una solución al problema! Lo único que hay que hacer es coger lo positivo de cada situación a la que te enfrentas e ir solucionando los problemas según llegan. ¡Así podrás disfrutar del hermoso día que la primavera nos regala hoy!
  • Tú lo ves muy fácil, pero yo tendré que aguantar todo un curso escolar con la decisión que tome, y por más que intente solucionarlo después, no podré, tendré que esperar hasta el próximo año...  -dijo Roger abatido.
  • Toda decisión es un riesgo, amigo mío. Como te dije, si supieras qué va a ocurrir o todo estuviese así ya predeterminado ¿qué gracia tendría? ¿Dónde estaría la emoción de lo desconocido? ¿De qué experiencia aprenderías si nunca te equivocaras? Es más, el error sólo se ve error porque tú quieres verlo de esa forma. Sin embargo, en realidad no hay decisiones desacertadas, quizás menos oportunas para un determinado momento, pero si sabes aprender de ello, tal vez pueda llegar a ser una de tus mejores experiencias y un gran aprendizaje de vida.
  • Tengo miedo -admitió Roger -Muchas veces me han sucedido cosas en la vida que realmente deseaba que ocurriesen y después eso ha traído horribles consecuencias. Creo que no estoy capacitado para elegir, tal vez no deba ni desear... deseé tanto mudarme de cole y ahora...- Roger se dejó caer en el césped abatido -¡¡No sé que hacer ardilla!!
  • Por cierto, ¡qué falta de modales, mi nombre es Clark! y que conste que Superman lo copió de mí, seguramente por mi habilidad de saltar de árbol en árbol con destreza, rapidez y con un margen de error del 0,1%.
  • Jajaja -rió a carcajadas Roger, olvidándose por un instante de lo que le preocupaba y sintiéndose de nuevo como el niño que era – Mi nombre es Roger.
  • Roger, bonito nombre... pues bien, amigo Roger, tener miedo es normal, es lo que te previene de los peligros y te mantiene alerta. Si yo no tuviese miedo de las aves rapaces, seguramente no estaría atento para escapar de sus garras. Sin embargo, si el miedo hiciese que no saliera de mi hogar, moriría irremediablemente de hambre. Así pues, el miedo hay que usarlo a nuestro favor y no en contra. Por ejemplo. Usa tu miedo para escoger qué colegio te conviene mejor pero no te paralices por él ni dejes que otros lo hagan por ti, porque de esa forma nunca aprenderás. Y si “aciertas” -dijo Clark levantando sus patas simulando unas comillas con sus dedos- podrás sentirte orgulloso de tu elección y de tu valor. Por el contrario, si consideras que te equivocaste, alégrate de haber asumido el riesgo, pues otros nunca serían capaces. Mírate al espejo y di: “Soy un valiente, yo decido mi destino, arriesgo y asumo las consecuencias”
  • Aquí no veo espejos... -expresó Roger cruzando sus piernas en el césped con la ayuda de sus manos.
  • Éste es mi terreno y me lo conozco muy bien, nosotros no tenemos espejos, pero tenemos un precioso riachuelo aquí mismo que reflejará tu cara al igual que lo hace un espejo ¡Ven, acompáñame!

  Roger se levantó y siguió a su nuevo amigo Clark hasta ver el hermoso riachuelo del que le hablaba. El agua era cristalina y podía ver perfectamente cada piedra, rama, hojas y pequeños peces que se encontraban dentro de ella. Y al mismo tiempo, observaba que ésta fluía a toda prisa haciéndose hueco entre las rocas y ramas de viejos árboles caídos.


  • ¡Aquí lo tienes! -exclamó Clark- ¿no es precioso? - y sin esperar respuesta continuó – Ahora, quiero que te mires en él y repitas: “Soy un valiente, yo decido mi destino, arriesgo y asumo las consecuencias”
  Roger, sin apartar sus ojos del agua, repitió en voz casi inaudible: “Soy un valiente... yo... yo decido mi destino, arriesgo... y... y... asumo las consecuencias”


  • ¡Con más fuerza Roger, eso no hay quien se lo crea!, repite de nuevo conmigo, en voz alta: “¡Soy un valiente, yo decido mi destino, arriesgo y asumo las consecuencias!”
  • ¡Soy un valiente, yo decido mi destino, arriesgo y asumo las consecuencias! -repitieron a coro - ¡Soy un valiente, yo decido mi destino, arriesgo y asumo las consecuencias!

  Roger y Clark estaban tan emocionados que repetían una y otra vez la misma frase, cada vez más fuerte, con voz más clara y profunda, tanto, que no escuchaban las risas que procedían del otro lado del riachuelo.


  • Cua, cua, cua, cua, cua, ¡vaya pardillos! cua, cua, cua, cua -seguía riéndose un grupo de patos que habían acudido a refrescarse en aquellas aguas.
  • ¿Y vosotros de qué os reís? -preguntó con enfado Clark al descubrir la pandilla de maleducados patos.
  • ¿Estáis en un grupo de autoayuda? ¡Yo soy fuerte, soy poderoso, yo me amo! -dijo uno de los patos inflando sus plumas burlonamente.
  • ¡Pues tal vez tú lo necesites en un futuro con ese pico tan largo que tienes! - replicó furioso Roger.

  El pato buscó su reflejo en el riachuelo y seguidamente miró a sus compañeros y quedó espantado, movió sus brazos alados en un fallido intento de ocultar su prolongado pico. Sus amigos se miraron y en la comparación estuvieron de acuerdo con la observación de Roger. Señalando a su amigo comenzaron a reírse de nuevo: “cua, cua, cua, cua... cua, cua, cua, cua, el humano tiene razón, cua, cua, cua” El pato avergonzado sumergió su cabeza en el agua y nadó rio abajo. El resto del grupo se quedó mirándolo hasta que éste desapareció.


  • ¿Os parece bonito? -preguntó Clark -habéis perdido un amigo por tontos. Todos somos diferentes. Tú -dijo señalando a uno de los patos- el que está junto a la margarita, tienes una pata más corta que otra. Y tú -dijo señalando a otro del grupo- ¡chistoso! ¿no te has fijado en el color de tus plumas? es más clara que la del resto... ¿Queréis que siga?
     -dijo amenazante Clark -Buscad a vuestro amigo “par-di-llos” -dijo imitando los gestos de ellos mientras pronunciaba esta última palabra, moviendo su cola con rápidos movimientos y con sus manos en las caderas.
  El grupo de patos se zambulló en el riachuelo y desaparecieron a golpe de pata.

  • Ji,ji,ji,ji, ¡bravo, bravo! -clamó una ardilla desde la copa de un árbol cercano- ¡Habéis estado estupendos chicos!
  • Gracias – murmuró Clark sonrojándose al ver la hermosa ardilla sonriente que entusiasmada aplaudía desde lo alto.
  • Eres muy valiente ardillita, buena lección que les habéis dado -dijo ella sin perder la sonrisa. Mientras, el corazón de Clark latía más y más fuerte mirando las pestañas largas de ella que se abrían y cerraban de forma rápida y rítmica, como quien se abanica tímida y nerviosamente. La lengua de él se paralizó y Roger, que se percató de ello, salió al rescate de su amigo.
  • Hola, me llamo Roger y él es mi buen amigo Clark, bueno, en realidad nos acabamos de conocer, pero es la ardilla más inteligente que he conocido nunca, ¡un gran amigo sin duda! alguien con quien pasar toda una vida... -miró a Clark y le guiñó un ojo
  • Ji,ji,ji,ji -rió tímidamente ella- Mi nombre es Lois ¡encantada de conoceros!
  • Lois -repitió Clark hipnotizado- no puedo creerlo... ¿no serás reportera verdad?
  • Ji,ji,ji – Lois se sonrojó e intentó ocultarlo con sus manos, soltándose así de la rama a la que estaba sujeta. Caía al vacío irremediablemente cuando Clark de forma casi milagrosa pareció llegar hasta ella volando y la refugió en sus brazos.

  El cacareo del despertador sonaba cada vez más fuerte, Roger abrió sus ojos y al descubrir que estaba en su habitación, volvió a cerrarlos, quería regresar al sueño y ver qué ocurría después. Además, aún tenía más preguntas para Clark.


  • Roger, hijo, apaga ese ruido que vas a despertar a tu hermana – Y acercándose a la cama de éste, comenzó a acariciarle la cara – despierta, despierta – le susurró su madre– parece que estás agotado, ¿no dormiste bien?
  • Me costó mucho dormirme anoche mamá, aún no sabía si cambiar de “cole” o no.
  • ¿Y ya tomaste una decisión?
  • Sí, creo que sí, pero...
  • ¿Pero qué?
  • Esta noche he tenido un sueño muy extraño. Estaba en un campo y una ardilla me hablaba y me dio buenos consejos, pero tengo que volver a dormir mamá, aún me falta otra pregunta que hacerle.
  • ¿Puedes hacérmela a mí? Tal vez yo pueda ayudarte -le dijo su madre con ternura.
  • Pues... verás, he optado por arriesgarme y voy a cambiar de colegio. Pero después, aunque esa sea la decisión más acertada y lo mejor para mí, ¿echaré de menos a mis amigos? Y si es así... ¿cómo podré ser feliz con esa elección sabiendo que no los veré más?
  Su madre se quedó sorprendida al escuchar estas palabras de boca de su hijo. Podía observar en él cómo había madurado mucho en poco tiempo y se sintió profundamente orgullosa.


  • Hijo, todas nuestras decisiones acarrean una consecuencia positiva y otra negativa.
  • ¡Eso mismo me dijo la ardilla! -interrumpió Roger.
  • Ardilla lista -refutó su madre con una amplia sonrisa- Lo que quiero decirte hijo, es que es cierto que echarás de menos a tus antiguos amigos, pero aunque los vayas a ver menos no implica que dejes de verles y aunque así fuera nunca dejarán de ser tus amigos, porque los amigos de verdad están siempre con nosotros pase lo que pase. Yo quisiera liberarte de la pena que eso te provoca, pero estoy segura de que en el nuevo colegio encontrarás nuevas amistades y motivos para sentirte contento de tu elección. Además, estarás muy cerca de casa y podrás ir en bici como tú querías. Serán muchos cambios, yo también estoy asustada.
  • Pues no tengas mucho miedo mamá, sólo un poco para estar alerta de los peligros, pero no mucho que sino nos quedamos paralizados y nuestra vida no sigue.
  • Ja, ja, ja ¿quién te ha enseñado eso?
  • ¡La ardilla mamá! ¿o debería decir el ardillo? Era muy listo, me gustaría que lo hubieses conocido.
  • ¿Ah sí? -preguntó su madre sin dejar de sonreír – háblame más de tu amigo “el ardillo”.

  Y así se quedaron una hora y media hablando, Roger aún con el pijama puesto, sentado sobre la almohada de su cama y su madre, recostada a su lado, escuchando sorprendida la asombrosa historia de una super ardilla llamada Clark y su nueva compañera llamada Lois.  

jueves, febrero 07, 2013

UN DÍA CUÁNTICO


Un despertador sonaba mientras una somnolienta Milena se resistía a la idea de levantarse un lunes más. Lo apagó sin mirar. Aún con los ojos entreabiertos quedó su mirada perdida en dirección al techo, no podía moverse, la noche anterior se había quedado hasta tarde viendo un documental sobre física cuántica. Su novio se había marchado en la tarde para estar dos días en otra ciudad por viajes negocios, así que no sintió deseos de irse a la cama, quedando finalmente atrapada por dicho documental. En él hablaban de un mundo de posibilidades, de transformar las moléculas cambiando nuestro pensamiento, de cómo un átomo podía estar en dos lugares al mismo tiempo, de atraer lo positivo, de la “Teoría de las Cuerdas” que demostraba que existían mundos paralelos. Giró su cabeza para comprobar la hora y regresó a la realidad de inmediato. Se apresuró a vestirse, se hizo una coleta repeinada, y ágilmente aplicó un suave toque de color a sus ojos y labios. Imaginó que en su mundo paralelo ella se habría levantado con tiempo y ahora luciría una melena suelta, un rímel perfecto y su cara tendría un brillo sin imperfecciones de esas que salen en los anuncios de televisión.
Salió de su casa sin desayunar, odiaba hacerlo sola, por eso en días así prefería hacerlo en la cafetería que regentaban sus tíos y donde su prima estaba aprendiendo para continuar con la tradición que empezaron sus abuelos.

  • ¿Qué tomarás hoy prima?
  • Un vaso de amor -contestó Milena algo distraída
  • ¿Qué dices? Deja las drogas Mile, no te pega -dijo su prima riéndose
  • Bromeaba contigo... Quiero un vaso de agua, un café solo sin azúcar y media tostada de aceite – solicitó Milena teniendo en mente poner en práctica el documental que vio
  • ¡Marchando! - expresó su prima en tono socarrón

Cuando Milena sostuvo el vaso de agua entre sus manos, se concentró en dar amor al agua, había visto en el programa que las moléculas de ésta cambian según la emoción que uno le entrega. En cuanto tomó su primer sorbo fue notando cómo cada partícula y átomo de H2O se iba incorporando en su cuerpo. En ese instante, se trasladó hasta el hotel donde aún remoloneaba su novio en la cama, él la vio, sonrió y la estrechó entre sus brazos para posteriormente comenzar a besarle con ternura. Milena sentía sus labios carnosos y suaves a lo largo del cuello, bajando lentamente hasta llegar su plexo solar, donde él separó sus labios para dejar escapar entre ellos un “Te quiero”.

Elisa dejó el vaso de agua vacío sobre la mesa, ¡había sido la bebida más refrescante que había tomado en su vida!
Acabó su desayuno sorprendida y sonriente. Después, se dirigió directa a su trabajo donde le tocaría estar siete horas, con sus correspondientes descansos de diez y veinte minutos, respondiendo al teléfono como teleoperadora en atención al cliente de una importante compañía.
Olvidó su sonrisa al recordar que ya marchaba con el tiempo justo y como siempre no habría lugar donde estacionar. Entonces recordó que podría solicitar al universo una plaza, sólo tenía que imaginarse el lugar vacío frente a la entrada de su empresa. Su sonrisa regresó a su cara, convencida de que hoy era su día y el aparcamiento le esperaba. No obstante, cuando llegó, frenó en seco al comprobar toda una fila de coches aparcados unos tras otro e incluso como muchos de ellos estaban desafiando a la autoridad en lugares prohibidos e inverosímiles o claramente estorbando al tráfico de peatones.

    - No puedo creer que no haya funcionado -se dijo a sí misma, al tiempo que se imaginó en su vida paralela conduciendo un tanque, aplastando el despampanante mercedes negro situado en frente de ella. Pero en ese instante, las luces de dicho coche parpadearon al tiempo que emitía un doble pitido. Un hombre vestido de traje se introducía en él, dejando libre la mejor plaza del lugar.

Milena no cabía en sí de la alegría, llamaba la atención entre sus compañeros -que eran muchos- según iba recorriendo un continuo de sillas a lo largo de una mesa donde únicamente separaba su punto de trabajo del de los demás una pequeña balda vertical. Todos iban girando su cabeza, percatando de que había algo diferente en ella.

  • Guau Milena, hoy estás despampanante -decía uno de sus compañeros
  • ¿Qué te has hecho en la cara? -preguntaba otra

Los beneficios de la cuántica iban más allá de las expectativas de Milena, que efectivamente parecía deslumbrar con su sonrisa, tranquilidad y felicidad que la embargaba y al mismo tiempo se expandía más allá de ella.

La prueba definitiva estaba en si sería o no capaz de irradiar su nuevo poder a través del teléfono. Digamos que de diez llamadas que recibía al día, cuatro eran detestables, hasta el punto en que ella en su vida paralela estaría agarrando al cliente por el cuello y metiendo su cabeza en un cubo de agua para jugar a hacer burbujitas. Sin embargo, hoy sería diferente.
Las primeras cuatro horas transcurrieron sin sobresaltos, la gente parecía notar su estado anímico y correspondían al igual que ella de buen humor y agradecidos. Milena podía percatarse de cómo sonreían al otro lado del teléfono, esto es algo que no era difícil de notar para ella.
Sin embargo, cuando ya creía que todo marchaba sobre ruedas, una malhumorada clienta insatisfecha hizo su llamada y Milena sería quien daría al punto verde de su ordenador para descolgar, soltando a posteriori su cordial, impersonal y programado saludo inicial. La mujer que estaba al otro lado del teléfono, no parecía querer ponérselo fácil y reclamaba a algún superior con el que hablar, profiriendo insultos y acusaciones. Milena se concentró, recordando el vaso de agua que se tomó en la mañana, de pronto vio una especie de onda que surcaba el aire y a medida que se acercaba a ella podía ver una imagen claramente. Era de la mujer con la que estaba hablando, ella se encontraba en un comedor desordenado, con juguetes tirados por todas partes y dos niños, uno aproximadamente de 4 años de edad y otro de unos 6 años, los cuales parecían ser los responsables de tal desastre. Ambos tenían granitos rojos en cara y brazos, el pequeño se rascaba enérgicamente su brazo izquierdo y el mayor vociferaba algo, llegando el berreo a Milena en estéreo, por un lado desde la onda y por el otro desde el pinganillo colocado en su oído derecho.
Con esta visión sobre el estrés al que estaba sometida dicha clienta, Milena logró no sólo solucionar el problema por la que la clienta llamaba, sino que la relajó y cambió su estado de humor, despidiéndose ambas entre sí riendo.Ya ningún reto sería demasiado para ella -pensó. Cuando terminó su jornada de trabajo, el encargado de las escuchas telefónicas le hizo una señal.

  • Muy bien lo de hoy Milena, pero para la próxima vez, no tardes tanto con un cliente y guarda las formas -y le guiñó un ojo, detrás de él estaba el jefe superior, que no entendía tanto de calidad como sí de cantidad.

Ya en su casa, estuvo pensando en todos los beneficios y en lo increíble que había sido su día. De pronto, recordó a su novio, no había vuelto a pensar en él desde que tuvo su refrescante momento del desayuno. Fue hasta su móvil para comprobar si él le había llamado y al cogerlo éste comenzó a sonar. Era él.

  • Hola mi amor ¿Cómo estás? -contestó rápidamente Milena deseando poner al día a éste.
  • Bien, no lo vas a creer, pero esta mañana al despertar, bueno, yo pensaba que estaba despierto, te vi a ti junto a mí en la cama y comencé a besarte y...
  • Lo sé amor -interrumpió Milena impaciente- ¡yo estaba allí!

martes, enero 15, 2013

CUENTO DE NAVIDAD



Era Navidad y dos niños, Clara y Luis, estaban paseando entusiasmados  porque ya no tenían que ir al colegio y acababan de empezar sus fiestas yendo a visitar a sus abuelos a una casa de campo que ellos poseían en medio de la naturaleza. A Clara y a Luis les dejaban jugar fuera, su madre les daba más libertad, se sentía más segura allí y les permitía estar sin vigilancia. Ellos aprovechaban para inspeccionar pequeños insectos y correr sin parar, se sentían felices y libres. Especialmente, les gustaba jugar en un claro donde sólo habían tres árboles pequeños en relación con una gran roca que se levantaba imponente con forma de hipopótamo. Clara se apostó con su hermano que conseguiría subir hasta la cima de ésta (puesto que nunca lo había conseguido antes). Con dificultad y con ayuda de Luis, logró llegar hasta lo más alto, pero al intentar ayudar a su hermano, tropezó, Clara caía a la deriva cuando apareció otro niño detrás de la roca, que la cogió e impidió así que Clara se hiciese daño al caer.


- ¿Y tú quién eres? -preguntó Luis asustado al niño que acaba de salvar a su hermana - no te he visto llegar.
- Me llamo Ángel. Estaba sentado detrás de la roca y vi que ella se caía...
- Ángel, ¡Qué nombre más bonito! -exclamó Clara mientras se fijaba en la ropa del chico - mi madre no me deja vestirme "tan" de blanco para ir al campo, ¡cómo brillas!
- Mamá no te deja vestirte de blanco porque te revuelcas por el suelo y por la hierba -dijo su hermano sin vacilar - ahora que estamos tres, ¡podríamos jugar al escondite! 
- Lo siento Luis, me tengo que ir, es hora de reunirme con mi familia, hoy es noche buena, seguro que vuestros padres también os están esperando.
- ¿Cómo sabes mi nombre? -preguntó Luis anonadado - yo no te lo he dicho.
- ...Creo que Clara lo dijo antes
- Yo tampoco he dicho mi nombre, y mi hermano nunca me llama por el mío, él me dice enana... - hubo un largo silencio en el cual los tres se miraron entre ellos.
- Bueno -interrumpió Ángel- jugamos un ratito al escondite ¿vale?
Luis enseguida se emocionó con la idea de poder jugar y olvidó todos sus inquietantes pensamientos. Organizando a los jugadores sentenció:
- Vosotros os escondéis.  Yo contaré del uno al veinte. - Y tapándose los ojos comenzó a contar- Uno, dos, tres, cuatro...
- Vamos a escondernos -indicó Clara a Ángel

Luis continuaba contando lentamente, con sus manos tapando sus ojos, "diecinueve y ..." , se destapó los ojos y en frente suya estaba su madre claramente enfadada. 

- Os dije que salieseis un ratito, ya está muy oscuro y toda la familia espera para la cena. Venga, vamos, ¿y tu hermana?
- Estábamos jugando al escondite con otro niño -se da la vuelta y gritó- ¡Ángel, Clara, ha llegado mamá!

Clara salió de detrás de unos arbustos y corrió hasta ellos.

- Ya estoy aquí, ¿y Ángel? -dijo Jadeando.
- Vamos chicos, no puede haber ningún niño, este terreno es sólo de nuestra familia, dejaros ya de juegos -dijo su madre sin darles la menor importancia.

En ese momento Ángel se apareció delante de la madre, pero ella no parecía verle, los niños se dieron cuenta y Luis sintió el impulso de decirle a su madre que mirase bien porque lo tenía en frente suya, pero Ángel les hizo una señal de silencio llevando un dedo en frente de su boca.

- Sí mamá, no hay ningún niño, era para no aburrirnos.. -dijo Luis y guiñó un ojo a Ángel
- Adiós... Ángel -dijo Clara en voz muy baja y pronunciando su nombre despacio, comprendiendo al fin, quién y qué era este misterioso chico.