Empresa privada necesita urgentemente
cazador de gamusinos. Se ofrece contrato
de trabajo a jornada completa y alta en la seguridad social desde el primer
día. Debe estar disponible fines de semana, festivos y realizar horas extras en
caso de que se solicite. Turno de trabajo nocturno. No es necesario el conocimiento
de manejo de armas y no se hará daño bajo ninguna circunstancia a ningún ser
vivo. Requisitos: experiencia de vida, no temer enfrentarse a nada ni a uno
mismo, saber observar aquello que otros sólo miran, agilidad en las manos y
buen estado físico en general. Imprescindible la sinceridad. Se valorará
aquellas personas con introspección, intuición y creatividad. Abstenerse
personas con problemas cardíacos y/o aquellas que no se amen a sí mismo/a. Para
más información y optar por dicho empleo, por favor, diríjase a la siguiente
dirección de 7:00 a 9:00am cualquier día de la próxima semana.
Esta fue la estrafalaria oferta de trabajo con la que
Démian se encontró en el diario de los domingos. Nunca había leído nada
parecido, “necesitaban cazador de gamusinos”, no tenía ni idea qué clase de
animal podía ser un gamusino, ni si quiera estaba muy seguro de que fuese un
animal. Dirigió su mirada hacia la estantería de la sala buscando entre libros
una vieja enciclopedia cubierta de polvo que un día compró dejándose llevar por
lástima (excusa que se puso a sí mismo y ante sus amigos cuando éstos vieron
cómo mes a mes un nuevo volumen se hacía espacio entre los CDs de música y videojuegos) cuando la verdad es que no tuvo el valor de decir “no” ante la astucia de un
vendedor de puerta fría. Buscaba y buscaba pero no encontró ninguna definición,
“después de todo seguirá siendo el objeto inservible atrapa polvo que siempre fue”
pensó.
Lo más sorprendente de la oferta eran los requisitos: experiencia de vida ¿a qué se referían
con experiencia de vida? no temer
enfrentarse a uno mismo, observar lo que
otros sólo miran… no podía parar de releer una y otra vez cada una de las
frases intentando encontrarle sentido, sobre todo, releyó para comprobar que no
fuera algún error de imprenta o una singular broma del periódico; aunque éste
era reconocido como uno de los más serios del país.
Tomó un sorbo de su café y lo tragó con asco al comprobar
que se le había quedado helado.
Tras muchas vueltas y vueltas, y después de releer una
y otra vez el anuncio, decidió que iría al día siguiente a la entrevista,
después de todo no perdería nada y necesitaba un trabajo urgentemente. Su
nevera estaba vacía y no era porque estuviese a dieta precisamente.
Al día siguiente el despertador de Démian estaba
sonando a las seis de la mañana en punto, apenas había abierto un ojo cuando
recordó lo que estaba soñando, iba por el bosque buscando extrañas criaturas
que se asemejaban a una rara mezcla de ardilla y erizo, eran pequeñas y
escurridizas y él llevaba una jaula donde tenía que ir guardándolas. “Genial”
pensó, no parecían criaturas muy difíciles de atrapar después de todo. Se
levantó animado, rebuscó entre su armario unos pantalones de pinza clásicos y
una camisa de color verde claro que guardaba para ocasiones especiales. No
quería ir muy formal, pero tampoco quería dar un aspecto de desaliñado.
A las siete en punto estaba ante la oficina que
indicaba la dirección del anuncio. Llamó al contestador automático y la puerta
se abrió. A pesar de haber gente en aquella sala, sólo pudo fijarse en la guapa
secretaria. Tenía el pelo castaño claro con mechas rubias, la piel de su cara
cándida e inmaculada no parecía haber conocido la adolescencia y sus ojos eran de
un color verde tornando a un gris oscuro difícil de descifrar dando a su mirada
gran profundidad. Su boca de labios anchos sonrió.
- Buenos días –dijo
ella al percatarse de que el escáner de Démian estaba centrado en su anatomía y
había bajado hasta quedar atascado en su escote. Donde una vez allí, parecía
estar haciendo un profundo reconocimiento. Démian creía estar viendo a la mujer
de sus sueños, ¡era la mujer de sus sueños! de pechos erguidos y medidas perfectas, con
una canaleta de vértigo.
- Caballero –repitió
ella con voz algo más intensa al tiempo que levantaba su mano para apartar el
proyector del objetivo- si hace el favor- dijo señalando una carpeta negra con
un folio y una lista de nombres garabateados –ponga su nombre completo, su
firma y la hora a la que ha llegado. Cuando sea su turno le llamaremos.
- Muchas gracias
–contestó ruborizado. Y haciendo un esfuerzo por centrarse, bajó la cabeza y
siguió las indicaciones sin rechistar.
Sólo después de devolverle la carpeta, momento en el
que sí reparó en sus ojos que ahora eran de un intenso verde, pudo salir de su
hechizo y miró a su alrededor en busca de un asiento. La sala era alargada con sólo dos puertas. Una,
por la que había entrado, y en el fondo, la que le llevaría a la entrevista. A los lados habían sillas, excepto por el lateral derecho donde estaba el
mostrador y la secretaria. Las paredes eran de un blanco intenso y nada colgaba
en ellas excepto las manecillas de un gran reloj de pared, un simple mecanismo
con el motor circular negro en el centro, desde el cual salían sus agujas y
unos extraños símbolos pegados y colocados de forma que figuraban las horas del
reloj. Al fijarse con atención, vio cómo estos símbolos no eran tales, sino
imágenes. Las doce en punto eran un caballero y su espada. Las tres era un
dragón que con su silueta serpenteante dibujaba dicho número. Las seis era un
bebé desnudo durmiendo acurrucado junto la palma de una mano en su lado
izquierdo, que a modo de pared, parecía protegerle de los peligros. Esta mano simulaba el rabito de las seis y el bebé era su cero. Por último, las nueve era
una extraña caja negra hexagonal de la que colgaba por el lado derecho una
llave. De la memoria de Démian brotó una frase: Saber
observar aquello que otros sólo miran.
Cinco de las sillas estaban ocupadas por cuatro hombres
y una mujer. Ésta tenía el pelo corto y hombros anchos, era corpulenta en
general y la expresión de su cara no mostraba ningún sentimiento. Démian apartó
su mirada de ella para fijarse en el hombre que estaba sentado a la izquierda,
tenía la cabeza rapada y vestía traje de camuflaje, sus ojos escudriñaban el
ambiente en busca de un objetivo, sólo le faltaba la escopeta para decir que
estaba dispuesto a cazar ahora mismo, lo que fuera. Más allá otro chico algo
más joven, vestía vaqueros desgastados y una camiseta blanca sin mangas, Démian
hubiese pensado que acababa de llegar de hacer un trabajo en una obra si no
fuese porque eran las siete y cuatro minutos de la mañana. El chico movía su
pierna derecha con nerviosismo, gesto que parecía molestar al tercero de los hombres
que allí se encontraba. Éste le miraba furtivamente y resoplaba mirando el
techo con sus brazos cruzados y sujetando con una de sus manos lo que parecía
ser su currículum. El cuarto de ellos se levantó, acababan de pronunciar su
nombre para hacer la entrevista, cuando de la puerta situada al fondo de la
sala a la que se dirigía, un hombre con cara atemorizada corría en dirección a
la puerta de salida. El hombre vestido de camuflaje se rió, “¡otro más!” dijo
en voz alta riéndose mientras cruzaba su mirada con la de los presentes. La
mujer siguió con su cara de póker y los dos restantes bajaron su cabeza con
gesto de preocupación.
Démian seguía repasando mentalmente los requisitos que
leyó en el periódico cuando se percató de que el cazador, el hombre de
camuflaje, le estaba mirando esperando ser correspondido.
- Parece que el
gamusino ese es un bicho duro de roer –sentenció y después estalló de la risa-
salen todos corriendo como alma que lleva el diablo.
- Ajá –contestó
Démian educadamente sin saber muy bien qué decir. La verdad es que no estaba dispuesto
a hablar sobre el tema con un desconocido y rival para el puesto. Quería
centrarse y no dejarse intimidar por él, “no me gustan los cazadores, el
anuncio especificaba que no se haría daño a ningún ser vivo” Démian no deseaba
compartir sus pensamientos con el que claramente para él sí era un despiadado
asesino de seres indefensos.
El silencio se hizo de nuevo, intensificándose así el
sonido de las agujas del reloj de pared. Démian miró, eran las siete y cuarto,
él habría jurado que ya eran cerca de las ocho de la mañana.
- ¿Para qué nos habrá
hecho madrugar tanto? –preguntó el cazador
a la callada audiencia- estoy muerto de sueño- dijo ya para sí resignado
a no tener conversación ninguna.
Pasó
más de media hora en la que nuevos candidatos fueron llegando. La sala estaba
llena y muchos de ellos tuvieron que quedarse de pie. De los que llegaron antes
que él, sólo permanecían la mujer y el cazador sin presa, como lo había
bautizado Démian mentalmente; que por cierto, ya la había encontrado, un pobre
chico que vestía traje de chaqueta que no parecía suya ni tampoco que estuviese
acostumbrado a vestir tales ropas. El cazador sin presa le estaba relatando
todo lo que allí había sucedido, alardeando de su no temor a lo que la sala del
fondo escondía y de la que no se escuchaba ningún sonido. Sin embargo, una vez
que un candidato abría aquella puerta se podía respirar el miedo, además de escuchar un sonido de fondo aterrador; más que escuchar se sentía e incluso se masticaba en el ambiente. Llegó el turno de la mujer, ésta al
minuto salió pálida pero con su misma cara inexpresiva.
- Se te va a quitar esa sonrisa de la cara
dijo al siguiente, que no era otro que el cazador sin presa. Él, se levantó con
decisión y se dirigió sin dudar y con una sonrisa burlona hacia la puerta del
fondo.
Cinco
minutos fueron más que suficientes para que saliera por ella llorando, se tapó
la cara intentando que nadie lo viera y cerró la puerta de salida de un
portazo.
Parece
que ha llegado mi turno, se dijo Démian cuando escuchó su nombre. Abrió la
puerta y se sorprendió de no ver nada extraño, las paredes eran tan inmaculadas
y blancas al igual que la sala anterior. En el centro de la sala había un
escritorio con un pequeño reloj y una libreta de notas, el entrevistador, una
silla (para él presumiblemente) y en el lado derecho de la sala, un hombre
estaba sentado, vestía ropas militares con galardones en su hombro (si hubiese
ido al servicio militar quizás ahora sabría de qué rango se trata, pensó). A
pesar de que éste no se movía porque estaba en estado de alerta, como si
tuviese que vigilar algo; sus facciones, la forma en que le miraba y la postura
que ostentaba, le resultaba a Démian tremendamente inquietante, amenazadora y
muy familiar.
- Tome asiento - dijo el entrevistador ofreciéndole
la silla vacía. Démian se sentó y observó al hombre de pelo cano y saludables
arrugas en la cara, tenía los ojos claros asemejándose a los de la secretaria y
gestos amables. Su voz sonaba cálida y relajante. “No irá mal después de todo”
pensó Démian; aunque su corazón comenzó a latir más deprisa y sus manos
comenzaron a sudar desde el momento en que vio al militar que sentado a su
derecha no le quitaba un ojo de encima.
- Mi nombre es Virgilio, mi apellido no viene
a cuento –continuó el entrevistador- Voy a pasarle un cuestionario oral, son
sencillas preguntas directas, no hay respuestas malas o buenas, el único
requisito es que conteste todas y cada una de mis preguntas y siempre con la
verdad, de forma clara y con la mayor brevedad posible ¿Ha entendido lo que
acabo de decirle?
- Sí, sí… señor –dijo mientras se secaba el
sudor de las manos en sus pantalones. Sentía la mirada del militar en su nuca y
cada vez estaba sintiéndose más pequeño y débil.
- Empezaremos por sus hobbies ¿Puede decirme
qué hace en su tiempo libre?
- Mmmm –dudó por un momento Démian- me gusta
escribir, suelo tener un cuaderno donde invento pequeñas historias de héroes y
villanos –dijo entre risas nerviosas -también me gusta montar en bicicleta, por
supuesto también leo y me gusta salir a correr de vez en cuando.
- Me gusta –confirmó Virgilio animado-
creatividad y ejercicio físico –apuntó en su cuaderno algo, Démian hizo el
intento de estirar sus ojos para leer lo que éste escribía, pero no consiguió
distinguir nada. – Ahora dígame ¿A qué cosas tenía miedo de pequeño?
- ¿Cómo? –preguntó extrañado, pero el
entrevistador le repitió de nuevo la pregunta. Había escuchado bien, por muy
extraño que le pareciera – Bueno, a las cosas normales que tiene un niño,
supongo,…a la oscuridad, a los monstruos… esas cosas.
- ¿Esas cosas? He pedido que fuese sincero,
conciso y preciso en sus respuestas, Démian, si no le importa que le llame por
su nombre.
- No, no, puede llamarme como quiera, señor. Tenía
miedo a los dragones, sé que son seres mitológicos que posiblemente nunca
existieron, pero me daban terror, auténtico pánico que uno viniese a mí y me
quemara con su fuego.
- Interesante – dijo Virgilio mientras
escuchaba atento y tomaba sus notas -Hábleme de sus pesadillas. De las que
tenía de pequeño ¿Alguna en concreto que se repitiese con más frecuencia?
- Bueno, eran también normales señor. Me
perseguían monstruos, yo corría y corría hasta que llegaba un punto en que mi
cuerpo se paraba y por más esfuerzo que hacía no podía moverme, o bien me
escondía en algún lugar hasta que me atrapaban.
- Ya veo, ya. ¿Alguna vez se enfrentó a
ellos?
- Sí, señor –contestó Démian orgulloso-
curiosamente comencé a identificar cuándo estaba en un sueño. Así que ya no
corría, buscaba la forma de despertarme, dándome pellizcos y acabar así con la
pesadilla.
- Creo que esa era una manera de escapar sin
enfrentarse a sus miedos Démian, simplemente huía intentando despertarse a
pesar de saber que estaba en un sueño.
- …Es cierto –la energía que pensaba haber
recuperado Démian volvió a esfumarse y comenzó a sentir un pequeño peso en su
espalda.
Siguió
la entrevista y las preguntas iban subiendo en intensidad, Démian se preguntaba
para qué era todo eso. Seguía sin saber nada del trabajo, cada vez iba sintiendo
más y más peso en su espalda, sus manos no paraban de sudar, tenía la sensación
de hacerse más pequeño y la mirada del militar en su nuca no desaparecía.
- ¿Alguna vez ha temido por su vida Démian?
¿Alguna vez se ha enfrentado a algo de cara de verdad?
- Sí, he tenido que proteger a mi… eso no
importa. Sí, me he enfrentado a alguien a pesar de que esa persona fuese más
fuerte que yo. No pensaba en qué pudiese ocurrirme, simplemente la adrenalina
me invadió y sentí que era hasta capaz de hacer cualquier cosa con tal de
salvar la vida de esa otra persona.
- ¿Y en defensa propia?
- No, siempre en defensa de alguien. Cuando
se trata de mí, no soy tan valiente –miró de reojo al militar y éste estaba
sonriendo- ¿Por qué ese hombre está aquí? ¿Es necesario que permanezca en la
entrevista?
- Bueno Démian, no tengo respuesta a esa
pregunta. Ese hombre vino contigo, sólo tú sabes por qué lo has traído y eres
el único que lo puedes echar.
Démian
quedó aterrorizado al escuchar la respuesta de Virgilio, miró fijamente a la
cara del militar y éste seguía sonriendo. Se levantó y su cuerpo se iba
haciendo más y más grande a medida que el de Démian parecía hacerse más pequeño,
recuperando el que un día fue su cuerpo infantil. La cabeza rapada del militar
llegó al techo, sus ojos sobresalieron de sus cuencas ligeramente, su nariz se
ensanchó, la mandíbula se hizo más protuberante y sus cejas se arcaron.
- ¿Papá? –preguntó Démian con voz de niño.
- ¡No eres más que un estúpido que no
consigue un simple trabajo, se lo dije a tu madre que nunca llegarías a nada,
no eres más que un cobarde que no tuvo valor de apuntarse en el ejército para
hacerse un hombre! Siempre serás un chiquillo asustadizo –sentenció.
Démian
miró su cuerpo y sus manos juveniles, tenía la misma sensación de impotencia
que entonces cuando veía cómo su padre le gritaba a su madre lo estúpida que
era. Pero Démian recordó que ya no era un niño.
- ¡Ya no me puedes hacer más daño!
- ¿No? –preguntó carcajeando- levantó sus
manos sujetando un cinturón de cuero en tono amenazante– ¡lárgate de aquí
hijo, no eres apto para el trabajo, vete, no vales para nada!
Cada
palabra de su padre, era un puñal que atravesaba el cuerpo de Démian. Se
sentía vacío, su corazón estaba sobrecogido, sin fuerzas, sin ganas de luchar. Encorvó su cuerpo y miró hacia la puerta de salida. Las lágrimas le recorrían
las mejillas; pero cuando su mano iba a tocar el pomo de la puerta recordó las
palabras del anuncio: experiencia
de vida, no temer enfrentarse a nada ni a uno mismo. Abstenerse personas con
problemas cardíacos y/o aquellas que no se amen a sí mismo/a. Hacía
tiempo que él había optado por quererse a sí mismo y ahora estaba descubriendo
que no lo había hecho demasiado bien. Se dio la vuelta y miró fijamente a su
padre.
- ¡Ya no me puedes hacer más daño papá! ¡No
soy un niño y no soy tu niño nunca más! –en este momento recuperó de nuevo su
cuerpo de adulto.
La
figura del padre blandió su cinturón y éste pareció transformarse en un dragón
alargado y de la hebilla que ahora era su cabeza salía fuego. Démian levantó sus brazos y en vez de
intentar evitar el golpe, saltó para coger el cuello del dragón, que en sus
manos volvió a ser un inofensivo cinturón de cuero. Miró a su padre y éste
desapareció lentamente como se esfuma una nube en un amplio cielo. También
desapareció el cinturón. Démian quedó con sus brazos en alto sin nada en sus
manos y de frente al entrevistador.
- Bravo, bravo, bravo –alabó Virgilio
sonriendo y aplaudiendo al mismo tiempo. ¡Al fin tengo a mi aprendiz de cazador
de gamusinos! –exclamó alzando sus brazos al cielo – Acércate y siéntate, te
explicaré todo lo que necesitas saber.
- No comprendo nada - dijo un Démian
aturdido. Mientras se dirigía a su silla iba notando su cuerpo ágil, fuerte y
lleno de energía –Ya no tengo miedo a nada, me siento con el poder de enfrentarme
a cualquier cosa.
- No tan rápido amigo mío, que te hayas
enfrentado a tu mayor temor no significa que ya no tengas miedo a nada. Ahora
tendrás que enfrentarte no sólo a tus miedos, sino al miedo de todo cliente que
solicite nuestros servicios.
- ¿Tengo que hacer lo mismo que usted me ha
hecho a mí a otras personas? –preguntó una vez más confuso.
- No, no, no, como ves no todo el mundo es
capaz de enfrentar sus miedos y prefiere optar por salir corriendo o
lamentarse. Nosotros entraremos en sus
sueños, cuando las pesadillas materializan sus mayores inseguridades. Necesitaremos
mucha agilidad, saber ver qué es aquello que temen y por supuesto no tener
miedo, ¡ni te imaginas la de cosas con las que la gente llega a soñar! Por eso
trabajamos durante la noche. Necesitaré de tu creatividad para descubrir la
forma de engañar al gamusino y de tus manos ágiles para meterlo en una caja,
¡son muy escurridizos! Los miedos son los gamusinos que tendremos que cazar para
que no escapen de esta caja –Virgilio sacó una caja negra hexagonal al igual
que vio Démian como símbolo de las nueve del reloj de pared de la sala de
espera. A diferencia de aquella, no colgaba ninguna llave, la llave estaba
grabada en la superficie de la cara que entendía que era la tapa de la caja,
aunque no veía la forma de abrirla.
- Pero esta caja está cerrada y no tiene
aberturas de ningún tipo ¿cómo la abriremos para meter el gamusino?
- Éste es tu gamusino Démian –Virgilio sacó
otra caja del cajón del escritorio vacía abierta en su mitad y con la llave
colgando. –Una vez que se atrapa a un gamusino en esta caja, queda sellada de
forma que nunca más puede volver a salir de ella. Y cogiendo de nuevo la caja
cerrada, la depositó en las manos de Démian. –Puedes hacer lo que quieras con
tu gamusino, ya no volverá a molestarte.
- ¿Por qué llamarlo gamusino y no temor o
pesadilla?
- El nombre de gamusino me pareció gracioso,
es una forma de restar miedo a lo innombrable. Hay personas que son incapaces
de articular palabra cuando tratan de hablar de aquello que les aterroriza.
¡Gamusino es divertido e inofensivo! –dijo Virgilio guiñando un ojo con mueca
divertida- Bueno, ya son las nueve –dijo mirando el pequeño reloj sobre el
escritorio- Empezamos esta noche, ¡te espero a las doce, caballero! ¡Cazaremos
más gamusinos!