sábado, mayo 25, 2013

EL CAZADOR DE GAMUSINOS


Empresa privada necesita urgentemente cazador de gamusinos.  Se ofrece contrato de trabajo a jornada completa y alta en la seguridad social desde el primer día. Debe estar disponible fines de semana, festivos y realizar horas extras en caso de que se solicite. Turno de trabajo nocturno. No es necesario el conocimiento de manejo de armas y no se hará daño bajo ninguna circunstancia a ningún ser vivo. Requisitos: experiencia de vida, no temer enfrentarse a nada ni a uno mismo, saber observar aquello que otros sólo miran, agilidad en las manos y buen estado físico en general. Imprescindible la sinceridad. Se valorará aquellas personas con introspección, intuición y creatividad. Abstenerse personas con problemas cardíacos y/o aquellas que no se amen a sí mismo/a. Para más información y optar por dicho empleo, por favor, diríjase a la siguiente dirección de 7:00 a 9:00am cualquier día de la próxima semana.

Esta fue la estrafalaria oferta de trabajo con la que Démian se encontró en el diario de los domingos. Nunca había leído nada parecido, “necesitaban cazador de gamusinos”, no tenía ni idea qué clase de animal podía ser un gamusino, ni si quiera estaba muy seguro de que fuese un animal. Dirigió su mirada hacia la estantería de la sala buscando entre libros una vieja enciclopedia cubierta de polvo que un día compró dejándose llevar por lástima (excusa que se puso a sí mismo y ante sus amigos cuando éstos vieron cómo mes a mes un nuevo volumen se hacía espacio entre los CDs de música y videojuegos) cuando la verdad es que no tuvo el valor de decir “no” ante la astucia de un vendedor de puerta fría. Buscaba y buscaba pero no encontró ninguna definición, “después de todo seguirá siendo el objeto inservible atrapa polvo que siempre fue” pensó.

Lo más sorprendente de la oferta eran los requisitos: experiencia de vida ¿a qué se referían con experiencia de vida? no temer enfrentarse a uno mismo,  observar lo que otros sólo miran… no podía parar de releer una y otra vez cada una de las frases intentando encontrarle sentido, sobre todo, releyó para comprobar que no fuera algún error de imprenta o una singular broma del periódico; aunque éste era reconocido como uno de los más serios del país.

Tomó un sorbo de su café y lo tragó con asco al comprobar que se le había quedado helado.

Tras muchas vueltas y vueltas, y después de releer una y otra vez el anuncio, decidió que iría al día siguiente a la entrevista, después de todo no perdería nada y necesitaba un trabajo urgentemente. Su nevera estaba vacía y no era porque estuviese a dieta precisamente.

Al día siguiente el despertador de Démian estaba sonando a las seis de la mañana en punto, apenas había abierto un ojo cuando recordó lo que estaba soñando, iba por el bosque buscando extrañas criaturas que se asemejaban a una rara mezcla de ardilla y erizo, eran pequeñas y escurridizas y él llevaba una jaula donde tenía que ir guardándolas. “Genial” pensó, no parecían criaturas muy difíciles de atrapar después de todo. Se levantó animado, rebuscó entre su armario unos pantalones de pinza clásicos y una camisa de color verde claro que guardaba para ocasiones especiales. No quería ir muy formal, pero tampoco quería dar un aspecto de desaliñado.

A las siete en punto estaba ante la oficina que indicaba la dirección del anuncio. Llamó al contestador automático y la puerta se abrió. A pesar de haber gente en aquella sala, sólo pudo fijarse en la guapa secretaria. Tenía el pelo castaño claro con mechas rubias, la piel de su cara cándida e inmaculada no parecía haber conocido la adolescencia y sus ojos eran de un color verde tornando a un gris oscuro difícil de descifrar dando a su mirada gran profundidad. Su boca de labios anchos sonrió.

  • Buenos días –dijo ella al percatarse de que el escáner de Démian estaba centrado en su anatomía y había bajado hasta quedar atascado en su escote. Donde una vez allí, parecía estar haciendo un profundo reconocimiento. Démian creía estar viendo a la mujer de sus sueños, ¡era la mujer de sus sueños!  de pechos erguidos y medidas perfectas, con una canaleta de vértigo.
  • Caballero –repitió ella con voz algo más intensa al tiempo que levantaba su mano para apartar el proyector del objetivo- si hace el favor- dijo señalando una carpeta negra con un folio y una lista de nombres garabateados –ponga su nombre completo, su firma y la hora a la que ha llegado. Cuando sea su turno le llamaremos.
  • Muchas gracias –contestó ruborizado. Y haciendo un esfuerzo por centrarse, bajó la cabeza y siguió las indicaciones sin rechistar.

Sólo después de devolverle la carpeta, momento en el que sí reparó en sus ojos que ahora eran de un intenso verde, pudo salir de su hechizo y miró a su alrededor en busca de un asiento.  La sala era alargada con sólo dos puertas. Una, por la que había entrado, y en el fondo, la que le llevaría a la entrevista. A los lados habían sillas, excepto por el lateral derecho donde estaba el mostrador y la secretaria. Las paredes eran de un blanco intenso y nada colgaba en ellas excepto las manecillas de un gran reloj de pared, un simple mecanismo con el motor circular negro en el centro, desde el cual salían sus agujas y unos extraños símbolos pegados y colocados de forma que figuraban las horas del reloj. Al fijarse con atención, vio cómo estos símbolos no eran tales, sino imágenes. Las doce en punto eran un caballero y su espada. Las tres era un dragón que con su silueta serpenteante dibujaba dicho número. Las seis era un bebé desnudo durmiendo acurrucado junto la palma de una mano en su lado izquierdo, que a modo de pared, parecía protegerle de los peligros. Esta  mano simulaba el rabito de las seis y el bebé era su cero. Por último, las nueve era una extraña caja negra hexagonal de la que colgaba por el lado derecho una llave. De la memoria de Démian brotó una frase: Saber observar aquello que otros sólo miran.

Cinco de las sillas estaban ocupadas por cuatro hombres y una mujer. Ésta tenía el pelo corto y hombros anchos, era corpulenta en general y la expresión de su cara no mostraba ningún sentimiento. Démian apartó su mirada de ella para fijarse en el hombre que estaba sentado a la izquierda, tenía la cabeza rapada y vestía traje de camuflaje, sus ojos escudriñaban el ambiente en busca de un objetivo, sólo le faltaba la escopeta para decir que estaba dispuesto a cazar ahora mismo, lo que fuera. Más allá otro chico algo más joven, vestía vaqueros desgastados y una camiseta blanca sin mangas, Démian hubiese pensado que acababa de llegar de hacer un trabajo en una obra si no fuese porque eran las siete y cuatro minutos de la mañana. El chico movía su pierna derecha con nerviosismo, gesto que parecía molestar al tercero de los hombres que allí se encontraba. Éste le miraba furtivamente y resoplaba mirando el techo con sus brazos cruzados y sujetando con una de sus manos lo que parecía ser su currículum. El cuarto de ellos se levantó, acababan de pronunciar su nombre para hacer la entrevista, cuando de la puerta situada al fondo de la sala a la que se dirigía, un hombre con cara atemorizada corría en dirección a la puerta de salida. El hombre vestido de camuflaje se rió, “¡otro más!” dijo en voz alta riéndose mientras cruzaba su mirada con la de los presentes. La mujer siguió con su cara de póker y los dos restantes bajaron su cabeza con gesto de preocupación.

Démian seguía repasando mentalmente los requisitos que leyó en el periódico cuando se percató de que el cazador, el hombre de camuflaje, le estaba mirando esperando ser correspondido.

  • Parece que el gamusino ese es un bicho duro de roer –sentenció y después estalló de la risa- salen todos corriendo como alma que lleva el diablo.
  • Ajá –contestó Démian educadamente sin saber muy bien qué decir. La verdad es que no estaba dispuesto a hablar sobre el tema con un desconocido y rival para el puesto. Quería centrarse y no dejarse intimidar por él, “no me gustan los cazadores, el anuncio especificaba que no se haría daño a ningún ser vivo” Démian no deseaba compartir sus pensamientos con el que claramente para él sí era un despiadado asesino de seres indefensos.

El silencio se hizo de nuevo, intensificándose así el sonido de las agujas del reloj de pared. Démian miró, eran las siete y cuarto, él habría jurado que ya eran cerca de las ocho de la mañana.

  • ¿Para qué nos habrá hecho madrugar tanto? –preguntó el cazador  a la callada audiencia- estoy muerto de sueño- dijo ya para sí resignado a no tener conversación ninguna.


Pasó más de media hora en la que nuevos candidatos fueron llegando. La sala estaba llena y muchos de ellos tuvieron que quedarse de pie. De los que llegaron antes que él, sólo permanecían la mujer y el cazador sin presa, como lo había bautizado Démian mentalmente; que por cierto, ya la había encontrado, un pobre chico que vestía traje de chaqueta que no parecía suya ni tampoco que estuviese acostumbrado a vestir tales ropas. El cazador sin presa le estaba relatando todo lo que allí había sucedido, alardeando de su no temor a lo que la sala del fondo escondía y de la que no se escuchaba ningún sonido. Sin embargo, una vez que un candidato abría aquella puerta se podía respirar el miedo, además de escuchar un sonido de fondo aterrador; más que escuchar se sentía e incluso se masticaba en el ambiente. Llegó el turno de la mujer, ésta al minuto salió pálida pero con su misma cara inexpresiva.

  • Se te va a quitar esa sonrisa de la cara dijo al siguiente, que no era otro que el cazador sin presa. Él, se levantó con decisión y se dirigió sin dudar y con una sonrisa burlona hacia la puerta del fondo.

Cinco minutos fueron más que suficientes para que saliera por ella llorando, se tapó la cara intentando que nadie lo viera y cerró la puerta de salida de un portazo.

            Parece que ha llegado mi turno, se dijo Démian cuando escuchó su nombre. Abrió la puerta y se sorprendió de no ver nada extraño, las paredes eran tan inmaculadas y blancas al igual que la sala anterior. En el centro de la sala había un escritorio con un pequeño reloj y una libreta de notas, el entrevistador, una silla (para él presumiblemente) y en el lado derecho de la sala, un hombre estaba sentado, vestía ropas militares con galardones en su hombro (si hubiese ido al servicio militar quizás ahora sabría de qué rango se trata, pensó). A pesar de que éste no se movía porque estaba en estado de alerta, como si tuviese que vigilar algo; sus facciones, la forma en que le miraba y la postura que ostentaba, le resultaba a Démian tremendamente inquietante, amenazadora y muy familiar.

  • Tome asiento - dijo el entrevistador ofreciéndole la silla vacía. Démian se sentó y observó al hombre de pelo cano y saludables arrugas en la cara, tenía los ojos claros asemejándose a los de la secretaria y gestos amables. Su voz sonaba cálida y relajante. “No irá mal después de todo” pensó Démian; aunque su corazón comenzó a latir más deprisa y sus manos comenzaron a sudar desde el momento en que vio al militar que sentado a su derecha no le quitaba un ojo de encima.
  • Mi nombre es Virgilio, mi apellido no viene a cuento –continuó el entrevistador- Voy a pasarle un cuestionario oral, son sencillas preguntas directas, no hay respuestas malas o buenas, el único requisito es que conteste todas y cada una de mis preguntas y siempre con la verdad, de forma clara y con la mayor brevedad posible ¿Ha entendido lo que acabo de decirle?
  • Sí, sí… señor –dijo mientras se secaba el sudor de las manos en sus pantalones. Sentía la mirada del militar en su nuca y cada vez estaba sintiéndose más pequeño y débil.
  • Empezaremos por sus hobbies ¿Puede decirme qué hace en su tiempo libre?
  • Mmmm –dudó por un momento Démian- me gusta escribir, suelo tener un cuaderno donde invento pequeñas historias de héroes y villanos –dijo entre risas nerviosas -también me gusta montar en bicicleta, por supuesto también leo y me gusta salir a correr de vez en cuando.
  • Me gusta –confirmó Virgilio animado- creatividad y ejercicio físico –apuntó en su cuaderno algo, Démian hizo el intento de estirar sus ojos para leer lo que éste escribía, pero no consiguió distinguir nada. – Ahora dígame ¿A qué cosas tenía miedo de pequeño?
  • ¿Cómo? –preguntó extrañado, pero el entrevistador le repitió de nuevo la pregunta. Había escuchado bien, por muy extraño que le pareciera – Bueno, a las cosas normales que tiene un niño, supongo,…a la oscuridad, a los monstruos… esas cosas.
  • ¿Esas cosas? He pedido que fuese sincero, conciso y preciso en sus respuestas, Démian, si no le importa que le llame por su nombre.
  • No, no, puede llamarme como quiera, señor. Tenía miedo a los dragones, sé que son seres mitológicos que posiblemente nunca existieron, pero me daban terror, auténtico pánico que uno viniese a mí y me quemara con su fuego.
  • Interesante – dijo Virgilio mientras escuchaba atento y tomaba sus notas -Hábleme de sus pesadillas. De las que tenía de pequeño ¿Alguna en concreto que se repitiese con más frecuencia?
  • Bueno, eran también normales señor. Me perseguían monstruos, yo corría y corría hasta que llegaba un punto en que mi cuerpo se paraba y por más esfuerzo que hacía no podía moverme, o bien me escondía en algún lugar hasta que me atrapaban.
  • Ya veo, ya. ¿Alguna vez se enfrentó a ellos?
  • Sí, señor –contestó Démian orgulloso- curiosamente comencé a identificar cuándo estaba en un sueño. Así que ya no corría, buscaba la forma de despertarme, dándome pellizcos y acabar así con la pesadilla.
  • Creo que esa era una manera de escapar sin enfrentarse a sus miedos Démian, simplemente huía intentando despertarse a pesar de saber que estaba en un sueño.
  • …Es cierto –la energía que pensaba haber recuperado Démian volvió a esfumarse y comenzó a sentir un pequeño peso en su espalda.

Siguió la entrevista y las preguntas iban subiendo en intensidad, Démian se preguntaba para qué era todo eso. Seguía sin saber nada del trabajo, cada vez iba sintiendo más y más peso en su espalda, sus manos no paraban de sudar, tenía la sensación de hacerse más pequeño y la mirada del militar en su nuca no desaparecía.

  • ¿Alguna vez ha temido por su vida Démian? ¿Alguna vez se ha enfrentado a algo de cara de verdad?
  • Sí, he tenido que proteger a mi… eso no importa. Sí, me he enfrentado a alguien a pesar de que esa persona fuese más fuerte que yo. No pensaba en qué pudiese ocurrirme, simplemente la adrenalina me invadió y sentí que era hasta capaz de hacer cualquier cosa con tal de salvar la vida de esa otra persona.
  • ¿Y en defensa propia?
  • No, siempre en defensa de alguien. Cuando se trata de mí, no soy tan valiente –miró de reojo al militar y éste estaba sonriendo- ¿Por qué ese hombre está aquí? ¿Es necesario que permanezca en la entrevista?
  • Bueno Démian, no tengo respuesta a esa pregunta. Ese hombre vino contigo, sólo tú sabes por qué lo has traído y eres el único que lo puedes echar.

Démian quedó aterrorizado al escuchar la respuesta de Virgilio, miró fijamente a la cara del militar y éste seguía sonriendo. Se levantó y su cuerpo se iba haciendo más y más grande a medida que el de Démian parecía hacerse más pequeño, recuperando el que un día fue su cuerpo infantil. La cabeza rapada del militar llegó al techo, sus ojos sobresalieron de sus cuencas ligeramente, su nariz se ensanchó, la mandíbula se hizo más protuberante y sus cejas se arcaron.

  • ¿Papá? –preguntó Démian con voz de niño.
  • ¡No eres más que un estúpido que no consigue un simple trabajo, se lo dije a tu madre que nunca llegarías a nada, no eres más que un cobarde que no tuvo valor de apuntarse en el ejército para hacerse un hombre! Siempre serás un chiquillo asustadizo –sentenció.

Démian miró su cuerpo y sus manos juveniles, tenía la misma sensación de impotencia que entonces cuando veía cómo su padre le gritaba a su madre lo estúpida que era. Pero Démian recordó que ya no era un niño.

  • ¡Ya no me puedes hacer más daño!
  • ¿No? –preguntó carcajeando- levantó sus manos sujetando un cinturón de cuero en tono amenazante– ¡lárgate de aquí hijo, no eres apto para el trabajo, vete, no vales para nada!

Cada palabra de su padre, era un puñal que atravesaba el cuerpo de Démian. Se sentía vacío, su corazón estaba sobrecogido, sin fuerzas, sin ganas de luchar. Encorvó su cuerpo y miró hacia la puerta de salida. Las lágrimas le recorrían las mejillas; pero cuando su mano iba a tocar el pomo de la puerta recordó las palabras del anuncio: experiencia de vida, no temer enfrentarse a nada ni a uno mismo. Abstenerse personas con problemas cardíacos y/o aquellas que no se amen a sí mismo/a. Hacía tiempo que él había optado por quererse a sí mismo y ahora estaba descubriendo que no lo había hecho demasiado bien. Se dio la vuelta y miró fijamente a su padre.

  • ¡Ya no me puedes hacer más daño papá! ¡No soy un niño y no soy tu niño nunca más! –en este momento recuperó de nuevo su cuerpo de adulto.

La figura del padre blandió su cinturón y éste pareció transformarse en un dragón alargado y de la hebilla que ahora era su cabeza salía fuego.  Démian levantó sus brazos y en vez de intentar evitar el golpe, saltó para coger el cuello del dragón, que en sus manos volvió a ser un inofensivo cinturón de cuero. Miró a su padre y éste desapareció lentamente como se esfuma una nube en un amplio cielo. También desapareció el cinturón. Démian quedó con sus brazos en alto sin nada en sus manos y de frente al entrevistador.

  • Bravo, bravo, bravo –alabó Virgilio sonriendo y aplaudiendo al mismo tiempo. ¡Al fin tengo a mi aprendiz de cazador de gamusinos! –exclamó alzando sus brazos al cielo – Acércate y siéntate, te explicaré todo lo que necesitas saber.
  • No comprendo nada - dijo un Démian aturdido. Mientras se dirigía a su silla iba notando su cuerpo ágil, fuerte y lleno de energía –Ya no tengo miedo a nada, me siento con el poder de enfrentarme a cualquier cosa.
  • No tan rápido amigo mío, que te hayas enfrentado a tu mayor temor no significa que ya no tengas miedo a nada. Ahora tendrás que enfrentarte no sólo a tus miedos, sino al miedo de todo cliente que solicite nuestros servicios.
  • ¿Tengo que hacer lo mismo que usted me ha hecho a mí a otras personas? –preguntó una vez más confuso.
  • No, no, no, como ves no todo el mundo es capaz de enfrentar sus miedos y prefiere optar por salir corriendo o lamentarse. Nosotros entraremos en sus sueños, cuando las pesadillas materializan sus mayores inseguridades. Necesitaremos mucha agilidad, saber ver qué es aquello que temen y por supuesto no tener miedo, ¡ni te imaginas la de cosas con las que la gente llega a soñar! Por eso trabajamos durante la noche. Necesitaré de tu creatividad para descubrir la forma de engañar al gamusino y de tus manos ágiles para meterlo en una caja, ¡son muy escurridizos! Los miedos son los gamusinos que tendremos que cazar para que no escapen de esta caja –Virgilio sacó una caja negra hexagonal al igual que vio Démian como símbolo de las nueve del reloj de pared de la sala de espera. A diferencia de aquella, no colgaba ninguna llave, la llave estaba grabada en la superficie de la cara que entendía que era la tapa de la caja, aunque no veía la forma de abrirla.
  • Pero esta caja está cerrada y no tiene aberturas de ningún tipo ¿cómo la abriremos para meter el gamusino?
  • Éste es tu gamusino Démian –Virgilio sacó otra caja del cajón del escritorio vacía abierta en su mitad y con la llave colgando. –Una vez que se atrapa a un gamusino en esta caja, queda sellada de forma que nunca más puede volver a salir de ella. Y cogiendo de nuevo la caja cerrada, la depositó en las manos de Démian. –Puedes hacer lo que quieras con tu gamusino, ya no volverá a molestarte.
  • ¿Por qué llamarlo gamusino y no temor o pesadilla?
  • El nombre de gamusino me pareció gracioso, es una forma de restar miedo a lo innombrable. Hay personas que son incapaces de articular palabra cuando tratan de hablar de aquello que les aterroriza. ¡Gamusino es divertido e inofensivo! –dijo Virgilio guiñando un ojo con mueca divertida- Bueno, ya son las nueve –dijo mirando el pequeño reloj sobre el escritorio- Empezamos esta noche, ¡te espero a las doce, caballero! ¡Cazaremos más gamusinos!