miércoles, octubre 31, 2012

CANSANCIO EN LA SELVA


Sam no sabía que ocurría, pero de repente,todos los animales de la selva estaban agotados. Los leones no salían a cazar, los elefantes a penas andaban hacia la charca para darse un baño, las ranas no croaban y las hienas ya no reían.  Sam se rascaba la cabeza mientras miraba con curiosidad y preocupación sin entender qué le ocurría a su "selvario". Por quien no sepa qué es ésto, sólo hay que imaginar un acuario pero en lugar de peces y agua en su urna se encontraba una fauna salvaje en miniatura, que gracias a su esfuerzo ahorrador, la había completado con lemures, leones, tigres, elefantes, monos y diferentes tipos de aves y reptiles. Por supuesto, su primera compra fue para ambientar el lugar con una charca, árboles y diferentes plantas.

  El observaba frunciendo el entrecejo mientras comprobaba que todo estuviese correcto, los filtros de oxígeno funcionaban normalmente, el pequeño rio y la charca tenían el ph adecuado; pero todos los animales parecían deprimidos, sin fuerzas.  Sam introdujo más comida e insectos, pero hasta el instinto de caza de sus animales parecía estar inactivos; por lo que las chicharras, mosquitos y lombrices eran las más felices de todo el selvario. Probó cambiando el clima e hizo que tuvieran más horas de luz, ésto los animó algo más, muchos de los animales salieron de sus escondites para echarse una "siestecita" debajo de su lámpara de infrarrojos tan preciada, su sol. Pero todo lo demás seguía igual. Sin duda era un gran misterio ¿qué le pasaba a sus animales? "si pudiera hablar con ellos me dirían qué necesitan" pensaba Sam.

  Decidió llamar a su buen amigo Robert, él fue el primero en tener un selvario y seguramente podría averiguar qué ocurría en el suyo. Sacó su tablet y dijo en voz alta "Robert" e inmediatamente la cara de su amigo asomó en la pantalla.

    - ¿Sí Sam?
    - Robert, algo está sucediendo a mi selvario, todos los animales están agotados, casi no se mueven y lo he probado todo.
 - ¿Enserio Sam? -preguntó Robert fascinado- a mi me ocurre lo mismo. Incluso les he comprado un parque de atracciones por si estaban aburridos, pero ya no sé qué hacer.
    - Lo mejor será preguntar en la red, a ver si alguien sabe algo -sugirió Sam animado por el misterio.
    - Ya lo hice, parece que no somos los únicos, algo está pasando con todos los selvarios y las tiendas de  mascotas se niegan a recoger más animales devueltos. Parece que ha fallado más de una cadena de series de minianimales, ni ellos saben qué ocurre.
    - Entonces, sólo nos queda preguntar a la única quien nos puede dar la respuesta.
    - ¿Quién Sam?
    - La Naturaleza. Vayámonos de acampada este fin de semana, organizaremos una excursión con todos nuestros amigos del Club Selvario y observaremos la verdadera selva.
    - ¡Gran idea Sam! -exclamó Robert totalmente entusiasmado.

  Y así lo hicieron, Sam, Robert y su club de amigos de los selvarios, equipados con sus mochilas y ropas de camuflajes, se adentraron en la auténtica selva. Todos queedaron maravillados al observar que allí la selva seguía su curso normal, los elefantes se bañaban en el barro y cogían agua del charco con sus grandes trompas para usarlas a modo de ducha, una pareja de monos se acicalaban mientras sus crías se colgaban de las dianas de los árboles y las hienas aquí sí se reían.

    - ¡Wow! -exclamó Sam- esto es maravilloso, nuestros selvarios se parecen mucho, pero hay algo diferente.
   - Es la libertad -dijo Robert fascinado mientras seguía con la mirada a un grupo de avestruces corriendo a toda velocidad -por más que la simulemos, nunca será lo mismo que vivirlo realmente.
    - Sí -afirmó Sam, que solía coincidir en sus pensamientos con los de su amigo- debemos encontrar un espacio natural donde ellos puedan vivir y experimentar lo que estamos sintiendo hoy aquí.

  De esta forma fue como Sam, Robert y el Club Selvario buscaron y encontraron una pequeña isla deshabitada, pequeña para unos animales de tamaño real, pero enorme para sus mascotas. Esta isla era un mundo para ellas, un verdadero ecosistema donde todos aunaron sus esfuerzos para reunir la completa serie de especies animales en miniatura y dejar crecer sus naturaleza libremente.

  Allí, todas sus mascotas parecieron resucitar de su letargo y nunca más volvieron a sentirse agotadas.

  THE END

martes, octubre 30, 2012

IMPROVISACIÓN


Le había cogido sentada en el baño. Estaba relajada, haciendo algo de fuerza y pensando en mil asuntos distintos cuando llegó ese mensaje. Ese mensaje que ojalá pensaba nunca lo hubiera leído. Ahora sólo podía afrontarlo.
En el texto se podía leer "según acordamos, en media hora estaré abajo". Ahora ella se preguntaba por qué se habría metido en este lío. Realmente cuando lo propuso no pensó que  él fuese a decir que sí, y mucho menos que lo organizase todo tan pronto.
Había estado durante un año chateando con él y ambos acordaron que eso sólo sería una mera amistad virtual, pero claro, iba pasando el tiempo, las charlas, las confesiones -que eran demasiadas- se lamentaba ahora ella. Una cosa era fantasear, flirtear y otra era enfrentarse a la realidad, "¡conocerse en persona! ¿ahora qué? ¿y si todo sale mal? ¿y si perdemos todo lo que tenemos?"- se preguntaba. El miedo la dejaba aún más paralizada en la taza del baño, aún podría echarse para atrás y decirle que se lo había pensado mejor o que estaba indispuesta y que justamente le había pillado en el bater y no podía levantarse -y no mentiría- "¡Esto me pasa por bocazas! se recriminaba, "si sólo estaba bromeando con lo de que estaría bien verse después de tanto tiempo".
María se limpió como pudo porque sus manos le temblaban y como una autómata se levantó y fue directa a la ducha, cogió una cuchilla y a toda prisa se afeitó piernas, ingles y axilas. "¡si es que soy un desastre! ¿pero y él? ¿es que no sabe que las mujeres necesitamos más tiempo de preparación? ¿y yo para que estoy haciendo todo esto? con esta última cuestión se quedó mirando al infinito y con una sonrisa se dijo "¡guarrilla!" en tono lascivo.
Y como quien no quiere la cosa ese día batió su récord y en 30 minutos hizo lo imposible: estaba aseada, bien vestida, maquillada y con el pelo perfecto, se lanzó un beso frente al espejo y en ese momento sonó el timbre.
Una voz al otro lado del telefonillo dijo "soy yo, te espero abajo", María agarró su bolso, recogió su manojo de llaves que tenía colgadas en un pequeño marco y cerrando la puerta dijo "¡A por él!".

lunes, octubre 22, 2012

Final de libro


Una vez en el estudio comenzó su ritual, comprobó que estuviese a la temperatura de 32ºC, sacó sus tres cubetas, una para el revelador, otra para el blanqueador del color y la última con el humectante. Sólo iluminado por una tenue luz comenzó a verter los químicos en el tanque de revelado. Posteriormente rebobinó el carrete de su cámara y apagando las luces lo extrajo hasta dejarlo protegido de la luz en el interior de una cubeta. Cada revelado de papel tardaría unos 2 minutos hasta comenzar a observar el milagro de la imagen en un foleo antes blanco impoluto.
El primer revelado mostraba una carretera desierta y por la acera sólo un par de transeúntes, era una buena toma y ángulo perfecto, pero no había nada que le interesase en la foto, la colgó delicadamente y continuó con el segundo revelado y así los posteriores hasta que apareció ella. Era sorprendente ver como de un minuto a otro parecía surgir de la nada las diferentes secuencias. Ella iba con el pelo suelto, en brazos llevaba al menor aunque también tiraba del carrito vacío, en la siguiente imagen se veía que había colocado a su hijo en el carrito y miraba directa hacia el objetivo, Samuel dio un respingo pensando que tal vez miraba la cámara o tal vez estaba observando qué flores tenía hoy en el balcón y se tranquilizó con este último pensamiento. En la foto que le seguía, ella miraba a su hijo, dejando ver mejor como caía su melena castaña hasta casi rozar la cara del menor. Samuel iba colgando una foto tras otra deseoso de ver la siguiente. Ahora ella sonríe con sorpresa, el autobús ha llegado. Samuel colocó esta nueva imagen en fila para observar mejor su obra, aún le quedaban tres fotos más y se sentía como un niño con un juguete nuevo, preguntándose qué novedades esconderá. Se sorprendió riéndose al observar al hijo bajando del autobús con las manos en alto, una estaba sujetando un globo verde y en la otra tenía una bolsa de colores, seguramente algún niño del colegio había hecho los años y habían regalado chucherías a todos, su madre estaba agachada con las manos acercándolas a su cara, gesticulando una sorpresa que no por ser exagerada era de un sentimiento fingido.
            Samuel se consideraba realmente afortunado de disfrutar de estos momentos, pero su cara se tornó seria al revelar la penúltima foto, el globo no estaba en la mano del niño, éste se dirigía hacia la carretera siguiéndolo y un coche asomaba en la esquina superior de la foto, ella parecía estar gritando con uno de sus pies ya en la carretera detrás de su hijo. Los dos minutos que transcurrieron para revelar la última de las fotos se le hicieron eternos, se daba pequeños toquecitos en la pierna con su mano izquierda mientras la derecha parecía agarrarse la cabeza, como si ésta se le fuese a caer. En la última imagen no había rastro del coche ni del niño, el niño en el carrito parecía llorar desconsolado, su imagen se encontraba en el margen inferior derecha de la foto, sólo distinguió una mano, que juraría que era la de ella, la que yacía asomándose en la parte superior de la foto y una pequeña mancha roja surcaba por la acera como un pequeño riachuelo, seguramente iría hacia la alcantarilla, haciendo el mismo recorrido que casi una hora antes había observado en la calle junto a la valla, suceso al que había restado importancia. El pulso de Samuel se aceleró más y más, no sabía que pensar ni qué hacer, estaba aterrorizado de lo que creía que había ocurrido, debía ir a la policía y llevar las pruebas ¿qué le había pasado a ella? ¿Cómo explicaría las fotos? ¿Realmente el coche se dio a la fuga? ¿Qué pasó con los niños? ¿Fue accidental? Su mente era un torbellino de ideas, las manos le temblaban y por un momento quedó en blanco, sólo sentía su agitada respiración, pero la adrenalina le impidió estar más tiempo sin actuar y recogiendo las fotos con cuidado se dirigió a una comisaría, “les contaré que soy un simple aficionado probando la cámara” pensó. En realidad no mentiría del todo, y si le preguntaban por qué a esa hora en concreto diría que fue por simple azar, tampoco estaría mintiendo, el azar hizo que se fijase en ella aquella mañana del primer día de colegio, o tal vez no.
Cuando salió de declarar aún se sentía inquieto, en realidad el interrogatorio no fue tal, menos duro de lo que pensaba, no se sorprendieron demasiado de que alguien estuviese haciendo fotos a la vía pública y por supuesto, no constituía delito alguno hacerlo desde su casa –aunque él sintiese que lo cometía. Suspiró y esbozó una gran sonrisa, Laura seguía viva, no sólo no le interrogaron al modo que él temió, sino que además obtuvo información de primera mano, los hijos de ella estaban bien y además ahora sabía en qué hospital podía encontrarla.
            A la mañana siguiente se excusó en el trabajo y preparó una maceta con jazmín de flores blancas, ese dulce e intenso aroma, un olor cálido, floral y especiado le evocaba su nombre, Laura. Se sentía una vez más como un niño alegre y despreocupado mientras llevaba la maceta envuelta a modo de ramo de flores preparada para ella. Sólo al situarse frente a la puerta del hospital se preguntó qué le diría, los policías no vieron nada malo en su conducta, porque legalmente no constituía delito, pero ¿cómo se lo explicaría a ella? El estómago le dio un vuelco, aun así atravesó las puertas y se dirigió a la habitación donde estaba ella, cuando la tuvo de frente se quedó petrificado con la maceta en sus manos sin saber qué decir, le parecía hermosa incluso con una venda en la cabeza y agotada como estaba de una segura mala noche; pero su mirada era dulce, pudo observar por primera vez sus ojos de color miel y en su cara sorpresiva se dibujaba una interrogación, fue entonces cuando se percató de que debía decir algo.
-        Son para usted –normalmente nunca se dirigía de usted a personas que rondaban su edad, pero los nervios le incapacitaron de decir otra cosa.
Ella se rio y negó con la cabeza gentilmente, acercó con dificultad primero su mano izquierda y después la derecha para coger y atraer hacia sí el aroma del jazmín. Laura le hizo un ademán para que él se sentase a su lado. Así fue como comenzaron a hablar, la primera de sus largas charlas en el hospital, Samuel supo que ella llevaba divorciada un año y que decidió mudarse de ciudad para dejar atrás los recuerdos, aunque no huía de ellos, simplemente quería probar algo diferente, le dijo. Laura era florista y había abierto junto con una amiga una tienda modesta, pero estaban muy contentas con la aceptación que estaba teniendo. Ella se mostraba feliz mientras hablaba, era de esas pocas personas que son capaces de hacer el milagro de restar importancia a lo malo sucedido y celebrar con una amplia sonrisa las buenas noticias.
Al tercer día del accidente capturaron al chico que le había atropellado y se había dado a la fuga, según les dijeron, había cogido prestado el coche de sus padres mientras estos estaban de vacaciones y le entró pánico al ver lo que había hecho, aunque realmente sólo fue un terrible accidente, él quiso esquivar al niño e invadió levemente la acera, atropellando en su lugar a Laura, sin embargo, tendría que pagar la pena por delito de omisión de socorro. A pesar de las dos semanas que pasó en recuperación, Laura nunca se quejó, como le dijo a Samuel, gracias a ello había pasado unas semanas fantásticas de risas, charlas y un beso. Un beso que marcaría el comienzo de una nueva historia.

Eleftheria Arvanitaki "To Parapono/ I Xenitia"


  Ella se agachó y tocó el terreno donde hacía un año había esparcido las cenizas de su esposo, su amante, su compañero. Tomó un puñado de arena entre sus manos y lo atrajo hacia sí para poder oler su perfume. En una inhalación, sus pulmones alcanzaron el máximo de su capacidad y exhalando dejó caer la arena de entre sus dedos, depositando así su mensaje de amor.
  Hundió sus rodillas en el suelo y después le siguió su cuerpo, una vez en la tierra rodó hasta quedar boca arriba y así poder observar el cielo azul y profundo, como los ojos de él, aquellos ojos que tanto añoraba. Aún recordaba haberse perdido en ellos, todavía era capaz de evocar la sensación de sus manos, tocándola, la presión de su cuerpo sobre el suyo, el deseo, el tacto de sus labios, su boca contra la de ella, su aliento. Fue en este mismo lugar donde ambos se habían entregado tantas veces y donde él pidió descansar para siempre. Las lágrimas de ella cayeron a su encuentro.
  Aún con sus ojos húmedos giró su cabeza hacia la costa, azul y blanca. Blancas, las paredes de los edificios y azul el mar, que se confundía con el azulado cielo. Azules las puertas de las casas y las cúpulas de las iglesias. Azul, azul y blanco, fotogramas que se repetían incansablemente en su cabeza. Su bandera, su mirada azul y su blanco halo. 
  Hizo un rápido recorrido por las calles que tantas veces transitó junto a él y ¡cuántas más volvería a hacerlo ahora sola! pensó. Hubiese deseado quedarse allí para siempre, pero éste era su adiós y su comienzo. Se incorporó lentamente y una vez de pie alzó sus brazos hacia el cielo. Le dio las gracias por todo lo que había recibido, por todo su amor y los recuerdos.
  Y nuevamente dirigió su mirada hacia la costa pero en dirección al mar, profundo e infinito, salvaje y desconocido, como su futuro. Sintió como una mano agarraba suavemente la suya y seguidamente un beso. Así se despedía él siempre de ella.
  Y sonrió, echó a correr por la cima de la montaña volcánica donde se encontraba mientras el aire puro penetraba en sus pulmones y se extendía envolviendo cada célula de su cuerpo. Su corazón latía y latía cada vez más fuerte, hasta parar justo en el comienzo del camino que le llevaba una vez más a su hogar.
  Recuperó su ritmo y el aliento pero sin perder la sonrisa, mirando atrás, dijo “Adiós”.