domingo, julio 07, 2013

INFINITO CELESTIAL

     No volaría sola. El viaje de la muerte que forma parte de la vida había comenzado. Junto a ella se encontrarían antiguos compañeros de vidas recientes, algunas remotas y otras que ya ni recordaba. Sus sentidos parecían estar más vivos que nunca y a pesar de no tener un cuerpo físico, podía tocar las arrugas de los colores, olía la acompasada música de la brisa soplando en el aire e incluso lograba saborear el agridulce de las imágenes del recuerdo. Una sinestesia placentera e interminable de estímulos la rodeaban y a la vez formaban parte de ella. Ya no tenía órganos que la limitasen. Flotaba todo su ser en este extraño y mágico infinito celestial, hasta que sin saber cómo ni por qué comenzó a hacer un examen de sus experiencias pasadas. A veces era risa y a veces era llanto. De vez en cuando, algún que otro cómplice de batalla se asomaba y recordaba junto a ella algunas de aquellas etapas. Sin añoranza ni rencores. Aguardando el momento en que podría volver a repetir alguno de aquellos instantes y con la seguridad de que tendría la oportunidad de experimentar otros que no pudieron ser.

     Según se aproximaba a su vida reciente, más lento parecía transcurrir el tiempo, los recuerdos no se sentían como tales y al visualizarlos, se adentró de nuevo en ellos. Gracias al conocimiento global que ahora poseía, el dolor y la angustia que sintió estando viva ante la proximidad de la muerte ya no tenía sentido para ella, podía ver la situación desde otra perspectiva. Su compañero de vida, a su vez, encontraría consuelo con el tiempo, al menos, eso era lo que ella deseaba.

     Su amado le había escrito hermosos poemas y dedicado muchos de sus pensamientos. Cada verso se impregnaba en ella al igual que lo hizo el olor de su cuerpo tras la primera vez que hicieron el amor. Sonreía mientras se visualizaba a sí misma en clases de química, ensimismada en la suya propia, sin prestar atención a las explicaciones del profesor porque ella estaba intrigada en saber cómo era posible que su cuerpo conservase su aroma aún después de haberse duchado. No pudo parar de reír. El amor, esa era la lección más importante que había aprendido de su última vida, es lo que se llevaría a la siguiente.

     De pronto, todas las imágenes, sentidos y emociones comenzaron a fundirse, hasta quedar en la nada.  Ella exclamó ¡No puede ser! Desde una sonrisa atónita.

     Lo siguiente que apreció, fue una enorme lengua que estaba lamiendo su cara de forma enérgica y persistente, seguidamente le recorrería todo su cuerpo. Sabía que no estaba sola. Cinco cachorros más se apuraban a mamar de una hermosa golden retriever de color canela. Sin recuerdos ni memoria de quién fue o era ella, su instinto le dijo “¡vive!” y ella se apuró a tomar uno de los pezones sin dueño.